Yeona observa a Lea desde el exterior de su casa. Parece feliz, con su marido y sus dos hijas. Pero ella no puede saberlo. Hace años que no ve a su hija, no conoce a toda esa gente, y se conforma con observarla desde la calle aunque haya tenido que viajar desde Jerusalén hasta Groninga (Países Bajos) para ello. Este punto de partida tan inquietante es el inicio de 'Cómo amar a una hija', de Hila Blum. En el transcurso de la novela, la protagonista relata cómo esa devoción materna tan absoluta ha terminado con la ruptura prácticamente total de la relación entre ambas. La autora explora la fragilidad de ese vínculo en formato de retrospectiva, repasando los momentos más cruciales de la vida de estas dos mujeres hasta que una decisión egoísta disfrazada de protección termina abriendo un socavón entre ambas, una grieta que solamente encogerá cuando la dureza de las circunstancias las obligue a reunirse de nuevo. Y es que aunque estemos totalmente seguros de que estamos haciendo lo mejor para quienes queremos, no podemos pretender que manipularlos hasta imponer nuestro criterio, cuando derive en consecuencias trágicas, no pase inadvertido. Porque no, la intención no es lo que cuenta, el dolor que se ejerce sin pretenderlo duele igual o incluso más, ya que es fruto de que no se ha entendido lo que necesitaba la otra parte en ese momento. Una novela con una carga emocional muy intensa, que en cierta medida es el contrapunto de 'El verano que mi madre tuvo los ojos verdes' ya que ofrece la perspectiva de la madre, el proceso de transformación es inverso (de la adoración a la repulsa) y además no es la figura narrativa quien lo vive. + Leer más |