Es este un libro de los llamados de ideas, narrado con una pasión contenida, buscando la objetividad, la explicación no partidaria. Su pretensión es hacer comprensible qué es lo que pasó en Alemania, y realmente en gran parte de Europa, para que se produjera la barbarie nazi (nunca se habla de los nazis ni de los judíos de forma expresa aunque las pistas son abrumadoras). Lo que pasó en Alemania sigue siendo para mí un gran misterio. No tanto el odio de todo un pueblo hacia otro pueblo (no hay nada que dé más cohesión a un grupo que tener un enemigo común, mucho más que cualquier coincidencia cultural. Los nazis necesitaban a los judíos tanto como los odiaban), sino la absoluta falta de oposición que en general presentaron los judíos ante tal adversario. En este sentido se apunta el sentimiento ancestral de ser un pueblo perseguido incluso por parte de su propio Dios (los nazis como azote de Dios); o el orgullo de un pueblo que no quería ponerse a la misma altura de su adversario; o, y esta creo que es la tesis fundamental del libro, la necesidad de tener un adversario que les defina como si fuera el negativo de una película y al que se odia y se quiere porque, en el fondo, son parte de ellos mismos. Más o menos aquello que se decía en los primeros años de nuestra transición: contra Franco vivíamos mejor. Quizás con dos de los momentos del libro se entienda mejor lo que quiero decir. En este primer momento que selecciono, un partido de fútbol, el protagonista es todavía un niño que es admitido al juego a regañadientes (ya había empezado la marginación). El niño sufre múltiples golpes del equipo rival sin encontrar la comprensión y la solidaridad de sus propios compañeros ni la justicia del árbitro. Ante esta situación el niño no se arruga y se enfrenta al equipo rival con dureza en el juego. ¿Buscando qué? ¿La comprensión de los que le marginan? ¿La necesidad de que aquellos que le odian lleguen a quererlo y aceptarlo? ¿Provocar algún tipo de cambio en los sentimientos hacia él de sus propios compañeros y, no obstante, enemigos? ¿Mostrarse a sí mismo que no pueden con él, aunque en el fondo sea su propia autodestrucción? Otro momento. Una leyenda. El Zar recibe un regalo, una manada de alces. Estos son llevados a un paraje ideal, que, para su protección, es declarado parque natural. En un primer momento todo va bien, los alces se adaptan estupendamente a su nuevo hogar. Pero, pasado un tiempo, los alces empiezan a morir uno tras otro. Muchos intentan explicar el enigma sin conseguirlo. Como último recurso llaman a un experto residente en el lugar del que proceden los alces. Tras meses de observación llega a una conclusión: los alces se mueren porque les faltan los lobos. El libro no me ha gustado excesivamente, cuestión de estilo y de orgullo por la humillación sufrida ante tanto pasaje para mí incomprensible, pero, al menos, me hizo pensar. Algo es algo. + Leer más |