El último verano en Roma de Gianfranco Calligarich
En cuanto a mí, de buena gana hubiera preferido abstenerme de toda competición. Había conocido a personas de todas clases, gente que llegaba y gente que ni siquiera había sido capaz de arrancar, pero todos, tarde o temprano, con la misma cara insatisfecha, por lo que había llegado a la conclusión de que la vida era mejor limitarse a observarla, pero no había contado con una desafortunadísima carencia de dinero en un día lluvioso a principios de la primavera del año pasado. Todo lo demás vino como vienen estas cosas, por sí mismo. Quede claro desde el principio que no le echo la culpa a nadie, me tocaron mis cartas y las jugué. Eso es todo.
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