El sueco de Gábor Schein
Si quiere reconstruir lo ocurrido, habrá que suponer que Teresa y el señor Grönewald hicieron todo lo posible por tener un hijo. Ni por un instante pudo su matrimonio calificarse de feliz, si se considera la felicidad de la pareja un estado en que dos personas tan cercanas la una a la otra, al mirar atrás y adelante, al contemplar su pasado y sus expectativas comunes, vuelven a decir sí a todo lo bueno y lo malo que les ha dado la vida, así como a lo que aún les promete. Tal vez no todo el mundo sea capaz de semejante paz interior.
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