El Ocaso De Los Idolos de Friedrich Nietzsche
Pero Sócrates adivinó todavía más. Vio detrás de sus nobles atenienses; comprendió que su propio caso, su idiosincrasia de caso, ya no era un caso excepcional. El mismo tipo de degeneración se preparaba por doquier calladamente: la vieja Atenas tocaba a su fin. Y Sócrates entendió que todo el mundo lo necesitaba , que se necesitaban sus remedios, su cura, su artimaña personal de la autoconservación…
|