La danza del gohut de Ferran Varela
Pero no fue eso lo que asustó a Leara. No; lo que le heló el tuétano de los huesos fue el recuerdo de su mirada. Fiera. Insaciable. Poseedora de la aplastante presión de una montaña de plomo y de la incontenible violencia de un río desbordado. Era la mirada de un ser que no conocía la sumisión ni el miedo. La mirada de una bestia enfurecida.
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