Donde los perros ladran con la cola de Estelle-Sarah Bulle
Al apretar la manita minúscula y sedosa de mi bebé, recordaba el tacto suave y rugoso de la vieja mano de uñas largas que me sujetaba cuando yo tenía cuatro, nueve, once años, la fuerza de su puño cada vez menos firme a medida que pasaba el tiempo.
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