Tempestades de acero de Ernst Jünger
En aquellos instantes me sentía invadido por un estado de ánimo que hasta entonces me había sido ajeno. En mi interior se anunciaba una transformación profunda, consecuencia de la duración insospechada de una vida vivida con toda tensión al borde del abismo. Las estaciones del año se sucedían unas a otras, llegaba el invierno y más tarde venía otra vez el verano, y yo permanecía siempre sumido en la lucha. Me había cansado ya y estaba habituado al rostro de la Guerra; pero este mismo hábito hacía que viese los acontecimientos a una luz mortecina y distinta. La violencia ya no me deslumbraba tanto como antes. También notaba que el espíritu con que había partido hacia el frente se había gastado y ya no bastaba. La guerra planteaba unos enigmas más profundos. Fue aquélla una época extraña.
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