Tempestades de acero de Ernst Jünger
Estas ofrendas a Baco, celebradas tras batallas en que el desenlace ha sido favorable, cuentan entre los recuerdos más bellos de los viejos guerreros. Y aunque de doce hayan muerto diez, es seguro que, en la primera noche tranquila, los dos últimos se encontrarán ante una botella, beberán silenciosamente un vaso a la memoria de los camaradas muertos y luego comentarán entre bromas las vivencias comunes. En estos hombres está viva una fuerza elemental que subraya, pero a la vez espiritualiza, la ferocidad de la guerra: el gusto por el peligro en sí mismo, el caballeresco afán de salir airoso de un combate. En el transcurso de cuatro años el fuego fue fundiendo una estirpe de guerreros cada vez más pura, cada vez más intrépida.
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