Cumbres borrascosas de Emily Brönte
Yo le envidio el rubio cabello de Isabel, ni su piel blanca, ni el cariño que toda la familia siente hacia ella. Cuando discuto por algo con Isabel, tú te pones de parte suya, y yo cedo en todo, como una madre débil y condescendiente. A su hermano le gusta que seamos buenas amigas, y a mí también. Pero son dos niños mimados, que se figuran que el mundo ha sido creado para complacerles. Yo trato de complacerles, si, pero no dejo de pensar que les sentaría bien una lección.
|