Cumbres borrascosas de Emily Brönte
No le dije jamás de palabra que la quería; pero si es verdad que los ojos hablan, por la expresión de los míos hubiera podido deducirse que yo estaba loco por ella. Cuando al fin lo notó, me dirigió la mirada más dulce que hubiera podido esperarse. ¿Qué hice yo entonces? Con vergüenza declaro que retrocedí, que me reconcentré en mí mismo como un caracol en su concha, que a cada mirada de la joven me alejaba más (...)
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