Todo es posible de Elizabeth Strout
Tommy sabía cómo. En la primavera de su último curso, la había visto en el pasillo después de clase y ella le había dicho, con una candidez que lo sorprendió y sus ojos como platos: «¡Señor Guptill, voy a estudiar en la universidad!». Y él había respondido: «Oh, Lucy. Eso es estupendo». Ella le había dado un abrazo; no lo soltaba, así que él también la abrazó. Siempre recordaba ese abrazo, por lo delgadísima que estaba; le notó los huesos y los pequeños pechos, y porque más adelante se preguntó cuánto, o cuán poco, habrían abrazado a aquella muchacha.
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