Antología Poética de Efraín Huerta
Estoy muriendo solo de veloces venenos mezclados con un llanto perfecto de agonía. Estoy con las heridas claras del abandono y el repetido canto burlón de la ceniza. Estoy bañado en tristes, crueles desesperanzas, cual brillo desmayado de virtud en derrota. Estoy con una mano señalando la aurora y el corazón cansado de su tímida sangre. Estoy como gritando por el frío y la pena, siendo nomás un leve pétalo de violeta. Estoy nadando en brumas, crucificado en la deshecha adolescencia que viví sin saberlo. Estoy en lo que dicen las ventanas abiertas: palabras, desconsuelo, doméstica lujuria. Estoy cargado de odio y bien encarcelado por aniquilamientos, abandonos y noches. Estoy, secos los labios, interrogando a nadie por mi destino idéntico a bandera raída. Estoy sólidamente pegado a la tristeza y en trance melancólico de no poder llorar por tu ausencia de estrella, maravillosa mía, por tu voz infinita como sudor que brota cuando somos campana en desorden y besos, por tu fina traición a las lluviosas tardes en que comíamos uvas y redondos granizos. Estoy muriendo solo de veloces venenos mezclados con un llanto perfecto de agonía. Estoy chorreando lenta, penosísima angustia, como ahogado que mide el espesor del mar. Estoy en el confuso día sin equilibrio, y caen las mariposas como perfume seco. Estoy con ese húmedo destello de la muerte con fuerza que es latido de párpados calientes. Estoy sin juventud, dolido, inexplicable como fiebre en el mármol o rosa desteñida, con las manos abiertas a la dicha del mundo y una quietud mortal en el alma quemada. |