Dulce tentación de Cora Reilly
No entendía cómo había podido centrarme en lo que percibía como malo en Giulia cuando la conocí —su flequillo, sus vestidos estrafalarios y su edad— en vez de ver todo lo bueno en ella. Y había tantas cosas buenas que hasta los pequeños detalles molestos quedaban relegados a un segundo plano. Giulia era perfecta para mis hijos y para mí. Quizás fuera por su edad, porque seguía siendo juvenilmente optimista, ingenuamente imprudente y atrevidamente inusual. No era lo que yo había querido en una esposa, pero, joder, era justo lo que necesitaba. |