Y que te quedes de Cherry Chic
[...] —Otra cosa. Esto es sexo. Solo sexo. Nada de romanticismo y nada de cargarnos nuestro objetivo perdiéndonos en detalles sin importancia. Él eleva las cejas y una sonrisa segura se forma en sus labios. Esa misma sonrisa que siempre precede a una escena en la que acabaré contra las cuerdas. —Por detalles sin importancia, te refieres, por ejemplo, a que no puedo comprarte flores. ¿Me equivoco? —Exacto. No puedes. —Y no puedo encender velas. —Ni una. —Nada de música romántica. —Ni siquiera una canción. —Y por supuesto, tengo terminantemente prohibido decir cosas románticas en tu oído mientras empujo dentro de ti. Trago saliva y estiro el cuello, como si así mi postura fuese a detenerle de decir esas cosas cuando, en realidad, sé bien que pocas cosas detienen a Nate de decir lo que quiere. —Eso queda descartado, sí. |