Como desees: Historias inconcebibles del rodaje de La princesa prometida: 64 de Cary Elwes
Tan pronto como pronunció esta frase, André se tiró uno de los pedos más monumentales que ninguno de nosotros había oído jamás. Bien, supongo que uno no espera que un hombre del tamaño de André emita flatulencias silenciosas o sutiles, pero este en particular fue épico, una verdadera sinfonía de aflicción gástrica que rugió durante varios segundos e hizo estremecer los mismísimos cimientos del escenario de madera y yeso al que ahora nos aferrábamos de puro miedo.
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