La canción de la espada de Bernard Cornwell
¡La elección era fácil! De una parte, un reino, amigos vikingos y riquezas; por otro lado, un britano que era cura de una religión que reniega de la alegría de vivir igual que el anochecer acaba con la luz del día. De modo que no lo pensé. Me limité a elegir, o el destino lo hizo por mi, decantándome por la amistad. Pyrling era amigo mío.
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