Adiós, París de Anstey Harris
En este comedor blanco, normal y corriente, con su mesa y sus sillas de pino omnipresentes, con la rutinaria alfombra color beis, con las escasas fotografías y pinturas... se había producido magia. El chelo nos hechizó, nos hizo creer que somos capaces de cumplir nuestras promesas, de esforzarnos por alcanzar nuestros sueños, de desterrar nuestros miedos.
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