Los de la tienda, El maestro, Toda la brutalidad del mundo de Ana María Matute
Encima de la puerta, sobre la cal, descubrió un murciélago. Parecía pegado, con sus alas abiertas. -¡Chico! -llamó al niño que fregaba los vasos en el balde. Un niño con el ojo derecho totalmente blanco, como una pequeña y fascinante luna. Sus manos duras, de chatos dedos, llenos de verrugas, estaban empapadas de crueldad. Levantó la cabeza, sonriendo, y se secó el sudor de frente su con el antebrazo. El agua jabonosa le resbalaba hacia el codo. -Chico, ahí tienes al diablo. |