Barrera de Amilcar Bettega
Ese poco más de dos o tres kilómetros cuadrados, que iban desde los alrededores de Taksim hasta Galata y, del otro lado del puente, hasta Sirkeci, era el mundo que yo había fabricado para moverme. Y como nadie me conocía allí dentro, ese espacio me ofrecía la posibilidad de reinventarme en todo momento. Un espacio concreto para una vida hipotética.
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