Una luz incierta de Alexandra Bracken
Eso estaba bien. Estar cerca de él estaba bien. Por primera vez en todo el día mi mente no corría. Allí, en la oscuridad, con el pulso desbocado al estar tan cerca de él, todo lo demás parecía muy lejano. Me besó el pelo y luego la mejilla, y pensé: «No puedo perder esto, no puedo perder esto también…». No podía decírselo todo, no si quería protegerlo. Pero podíamos al menos conservar aquello, ¿no? —¿Confías en que puedo mantenerte a salvo? —le pregunté. |