El sueño de los muertos de Virginia Pérez de la Puente
A su melliza le gustaba que sonriera cuando le obligaba a pasear por el patio, entre las altísimas murallas de la Montaña. Él no lo hacía a menudo: sonreír no era algo que sus labios supieran hacer con naturalidad. Solo cuando ella se lo ordenaba. Ella se lo ordenaba cada día. |