El crítico de Roberto Sánchez Ruiz
Nos abrazamos como si hiciera un siglo que no nos veíamos. Nos dimos dos besos. Nunca lo pude hacer con los hermanos que no tuve y ahora beso a mis amigos hombres como hice siempre con las señoras. Mejor eso que el abrazo de macho de caverna, el que se consagra con palmoteos sobre la dorsal ajena enviando la señal de que somos muy tíos, eh, sin mariconadas que valgan.
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