La pista de hielo de Roberto Bolaño
Los días que precedieron al hallazgo del cadáver fueron innegablemente raros, pintados por dentro y por fuera, silenciosos, como si en el fondo todos supiéramos de la inminencia de la desgracia. Recuerdo que en mi segundo año en Z encontraron a una muchacha, casi una niña, asesinada y violada en un descampado. Nunca descubrieron al asesino. Por aquellas fechas hubo una racha de crímenes, todos cortados por el mismo patrón, que se inició en Tarragona y empezó a subir por la costa dejando un reguero de muerte (niñas asesinadas y violadas, en ese orden) hasta llegar a Portbou, como si el asesino fuera un turista de regreso a su patria, un turista extremadamente lento pues entre el primer y el último crimen se inauguró y cerró la temporada de verano. Aquel fue un buen verano en lo que respecta a mis negocios. Hicimos dinero y aún no había tanta competencia.
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