R y Julie de Isaac Marion
Soy casi treinta centímetros más alto que ella y debo de pesar veinticinco kilos más, pero me siento pequeño y ligero. Como si ella pudiera derribarme y aplastarme con una sola palabra susurrada. Pero no habla. Guarda el manuscrito en el cajón, que cierra suavemente. Se endereza, se seca la cara con la manga y me abraza, posando la oreja contra mi pecho. —Pum pum —murmura—. Pum, pum. Pum, pum. Las manos me cuelgan sin fuerza a los costados. —Lo siento —digo. Con los ojos cerrados y la voz amortiguada por mi camisa, ella dice: —Te perdono. |