Alma y los siete monstruos de Iria G. Parente
No entendían porque Alma desaparecía. No entendía que no se levantará de la cama ni que de pronto le doliese tanto la cabeza, o la tripa, o todo, cuando en realidad cualquiera se recuperaría de inmediato tomando algún medicamento. No entendían por qué a veces parecía muy callada, cuando por lo general Alma siempre hablaba mucho.
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