Gabriel Sánchez García-Pardo
Sus bocas hablaron en un idioma ancestral y verdadero. Se abrazaron. Eran uno en la tormenta, y yo reía de pura alegría. Los relámpagos zigzagueaban a su alrededor. Los rayos con los que atravesé la noche e iluminé su beso fueron apasionados. Los latidos de sus corazones libres resonaron con más fuerza que mis truenos. Su beso se prolongó en la tempestad.
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