El animal más peligroso de Gabriel Antonio Pombo
Arthur lo desafió sosteniéndole la mirada. Pero no podía hacer más que ello; estaba indefenso. Sus brazos y sus piernas continuaban negándose a obedecerle. Su atacante se arrodilló a su costado y alzó el brazo armado apuntándole hacia el cuello inerme. Buscaba cercenar la vena yugular, como era su costumbre. El Asesino del Torso se aprestaba a inferir a su nueva presa el golpe de gracia.
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