El guardián de la marea

—Cualquier cosa que hayas decidido hacer, hazla con todas tus fuerzas. Ahí radica la inteligencia, amiga mía. Y eso se te da bien. Lo he visto con mis propios ojos.

—Quítale un pedazo de pan a un hombre rico y te dejará ir. Quítale un pedazo de pan a un hombre hambriento e intentará matarte.

La certeza de que no volvería a ser el mismo le mortificaba, porque había aprendido que convivir con la muerte cambiaba a las personas. Llevaba tanto tiempo en el mar que, en ocasiones, sus recuerdos desaparecían, y con ellos la ligazón orgánica de pertenecer a un mundo sin guerra.

En la guerra, corazón late fuerte. En el miedo, corazón late rápido. En el amor, corazón late fuerte y rápido.

El cariño nace cuando alguien se preocupa por nosotros, alguien que es capaz de hacer cualquier cosa para hacernos sentir bien, para protegernos de todos los males de este mundo.

No podemos obligar a nadie que nos quiera.

Las cosas no se hacen para recibir algo a cambio, se hacen porque es lo correcto o porque nos sale del alma hacerlo.

Coraje, criatura. Y dignidad. No dejes que te arrinconen ni que te desprecien. A las mujeres nos toca luchar por cosas que los hombres nunca se encontrarán en el camino. Por eso nosotras somos más fuertes.

—Mi padre dijo una vez que no es bueno quitar honra a enemigo vencido, porque la honra es lo único que le queda. Si humillas a persona o pueblo derrotado, el daño regresa como venganza.

—Se quedó en silencio unos segundos y después añadió—: Los niños de mi país... Sus ojos estaban fríos como hielo... Esos niños sobreviven de igual forma que los perros. Llenan sus pequeños corazones de rencor. Pronto serán hombres y mujeres... ¿Qué valor tendrá para ellos su propia vida o la vida de los demás? Los aliados ganaron guerra, es cierto, pero no ganaron paz.