Los hijos de las tinieblas de José Antonio Cotrina
¿Qué clase de héroe soy, Héctor? ¿Puedes decírmelo? – Un héroe de verdad. De los que importan. De los que tiene miedo, de los que cometen errores y así y todo siguen adelante.
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Los hijos de las tinieblas de José Antonio Cotrina
¿Qué clase de héroe soy, Héctor? ¿Puedes decírmelo? – Un héroe de verdad. De los que importan. De los que tiene miedo, de los que cometen errores y así y todo siguen adelante.
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La voz de los valientes de Rafael Tarradas Bultó
El silencio de las palabras se impuso mientras el lenguaje del cuerpo hablaba a gritos.
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Iglesia, Falange y nuevo Estado: La jerarquía católica ante el proceso de fascistización del primer franquismo de Eduardo González Calleja
La Iglesia asumió la iniciativa de la contrarrevolución en los terrenos cultural, educativo y laboral.
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Los guardianes del Prado de Javier Alandes
Porque si una lucha política era capaz de alcanzar hasta el alma más sensible, de acabar con la vida de un poeta por unos ideales, ¿Qué no podría hacer con el resto de los mortales?
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La trenza de Laetitia Colombani
En la lucha por la curación no hay que descuidar la autoestima, le dijo. "La imagen que le devuelve el espejo debe ser su aliada, no su enemiga", concluyó con tono de experta.
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Rescate en Madagascar de GERALD DURRELL
Si llega el día en que gracias a nuestra ayuda y a la de otros puedan salvarse vestigios de la hermosa isla de Madagascar (...) será, en cierto modo, una forma de pedir perdón por el modo en que el hombre ha tratado la naturaleza
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Anna Karenina de León Tolstoi
En principio, no había nada extraordinario en lo que había dicho, pero para él ¡qué inefable significado, imposible de expresar con palabras, encerraba cada sonido, cada movimiento de sus labios, de sus ojos, de sus manos! Se intuía una súplica de perdón, así como una muestra de confianza, y también una caricia, una caricia tímida y dulce, unida a una esperanza, una promesa y un amor (...)
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El año en el que fuimos de María Zárate
Es curioso como, cuando tienes un reloj encima de la cabeza que te recuerda que se te acaba el tiempo, ves las cosas de diferente manera.
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De ratones y hombres de John Steinbeck
Lennie preguntó suavemente. -¿Podríamos vivir como príncipes? -Claro -afirmó George-. Tendríamos toda clase de verduras, y si quisiéramos un poco de whisky podríamos vender unos huevos, o cualquier cosa, o un poco de leche. Viviríamos allí. Ésa sería nuestra casa. Nada de andar de un lado para otro y comer lo que nos da un cocinero japonés. No señor, tendríamos nuestra propia casa, y no dormiríamos en un barracón. |
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LA SONRISA ETRUSCA ALI de José Luis Sampedro
Recuerda bien lo que te digo, hijito; no lo olvides: las mujeres te sorprenderán siempre. Crees que ya conoces toda la baraja, desde la reina a la sota, y te sale una cara nueva…¿Qué ha pasado hoy? Ella abrazándote como madre ya hecha ¡cuando ni siquiera sabe aún de hombre!...Y yo, viéndole esas caderas, sintiendo su mano en mi pelo, y sin animarme…¿Tú lo entiendes?
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Asesinato para principiantes de Holly Jackson
A veces lo de recordar no lo haces para ti, sino para arrancarle una sonrisa a alguien.
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Anna Karenina de León Tolstoi
—No, si reconocieras que esa situación es injusta, no podrías disfrutar de esos beneficios, al menos yo no sería capaz. Para mí, lo esencial es sentir que no soy culpable.
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Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksiévich
- Mamá, sácame del hospital. Aquí me moriré. Aquí todos se mueren. ¿Dónde puedo llorar? ¿En el lavabo? Allí hay cola. Y todas son como yo. |
La sumisa de Fiódor Dostoyevski
Entonces la observé por primera vez de modo especial y me surgió un pensamiento también de un género especial.
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Cumbres borrascosas de Emily Brönte
Por fortuna para mí sensible corazón, aquella mirada fluctuaba entre el desdén y algo parecido a la desesperación, que resultaba chocante en aquel rostro.
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