Debimos ser felices de Rafaela Lahore
Todo es hermoso y permanece, pero la belleza se vuelve incómoda si dura demasiado
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Calificación promedio: 5 (sobre 4 calificaciones)
/En 2015 escribí unos párrafos sobre mi madre, como tarea para un taller, y decidí seguir tirando de ese hilo a ver qué encontraba. Tiempo después, cuando llegué a vivir a Chile, me anoté en un diplomado de escritura creativa. Había que trabajar en un proyecto propio y me pareció una buena oportunidad para continuar escribiendo sobre eso con más disciplina. Mi idea fue centrarme en la relación entre una hija y su madre, que sufre depresión.
Más que tomar distancia, diría que hay que hundirse lo más posible. Es la única forma de escribir un texto así con honestidad. Con esto no quiero decir que haya que abandonar la ficción, que es una herramienta potentísima, sino buscar lo que más nos remueve y usarlo como material de escritura.
Desde adolescente escribí prosa poética, siempre muy breve. Supongo que en esa época estaba muy influenciada por los poemas y las letras de canciones que me gustaban. al momento de escribir Debimos ser felices me salió natural seguir en esa línea y escribí fragmentos sin ningún tipo de cronología. Al final, decidí llevar ese “desorden” al libro. Yo digo que la novela imita a la memoria, porque es fragmentaria, va hacia atrás y hacia adelante, y está llena de vacíos e incompletitudes.
Es una de mis mayores ambiciones. Más que importarme la trama, me importa qué palabras se eligen para contarla. Por eso, me preocupé mucho de que cada fragmento del libro se pareciera a un poema, que estuviera lleno de imágenes y de sensaciones. Que fuera un pequeño golpe en sí mismo.
Mientras escribía, no me di cuenta de que podía leerse así. Recién lo entendí cuando me llegaron los primeros comentarios de los lectores. Debimos ser felices es la historia de tres mujeres, en distintas épocas y situaciones, que intentan salir adelante. Cada una tiene sus propios obstáculos, y aunque hay tensiones y reproches entre ellas, hay una solidaridad que las une. Es una historia con la que se podrían identificar mujeres de todas partes y de distintas generaciones y en ese sentido sí podría leerse en clave feminista.
Estoy empezando a escribir una nueva novela, que va a girar alrededor del reencuentro de dos hermanos. Las relaciones familiares y la cotidianeidad es el mundo que me interesa explorar desde la escritura. Además, también me gustaría escribir un ensayo sobre las plantas, porque durante la pandemia aprendí mucho sobre ellas y quedé fascinada. El mundo vegetal lo damos por sentado, pero debería deslumbrarnos completamente.
Me influyó mucho la poesía que leí de niña. Mi poema favorito era el Romance de la luna luna, de García Lorca. No lo entendía del todo, pero me hizo descubrir el ritmo y la musicalidad de las palabras.
Pateando lunas, de Roy Berocay. Es una novela infantil uruguaya sobre una niña que quiere jugar al fútbol. Cuando la leí tenía unos 9 o 10 años y fue la primera vez que sentí esa paradoja que generan los buenos libros: quería llegar al final, pero a su vez no quería que terminara nunca.
El pozo, de Juan Carlos Onetti.
No sé si vergüenza, pero tengo infinitos pendientes y libros clásicos que no he leído, como En búsqueda del tiempo perdido.
El último que descubrí yo: Mircea Cărtărescu. Lo leí por primera vez durante la pandemia y me volví fan de su literatura.
No podría tachar a un clásico de sobrevalorado, sería demasiado desfachatado de mi parte, pero sí puedo decir que algunos me aburrieron terriblemente y los abandoné.
Me gusta esta cita de Janette Winterson: «Cuando escribimos ofrecemos el silencio tanto como la historia. Las palabras son esa parte de silencio que se puede expresar».
Ahora mismo estoy releyendo Un canto inconcluso, un libro de memorias que escribió Joan Jara, la viuda de Víctor Jara.
Debimos ser felices de Rafaela Lahore
Todo es hermoso y permanece, pero la belleza se vuelve incómoda si dura demasiado
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