La Navaja Suiza Editores

Leo la definición de glamour y pienso: tengo todas las cualidades para ser glamurosa. Inmediatamente después me doy cuenta de que lo que no tengo es tiempo para serlo.

Las gincanas en las que convertimos nuestro día a día se van dilatando en el tiempo y cada vez tienen más obstáculos, menos minutos. La meta es aquel puntito que ves allí y al que no llegarás si no es desgreñada y con una lista de tareas pendientes para la siguiente contrarreloj que te da ganas de echarte a llorar. Pero no lloras. Al menos no en público. No te da la vida para ser glamurosa, pero algo de dignidad te queda.

Si al acabar la semana puedes sacar dos horas para tratar de arreglar el mundo con alguno de tus amigos, puedes darte por satisfecha. El mundo de fuera, claro; el glamouroso. El tuyo el máximo arreglo que tolera es combinar unos vaqueros con una camiseta y que todo ello no parezca recién sacado de un contenedor.

Al final asumes que todo a lo que puedes aspirar es a mantener la compostura ante los desastres, compartir una cerveza a la sombra y planear escenas cotidianas que pueden acabar en un cajón de tu escritorio o en el Festival de Cannes.

Tendría guasa que toda la gente guapa del cine se reuniera en torno a algo tan mundano como es una mujer empanando filetes en una cocina con vistas a un patio de luces.

Puro glamour.

Nuestra piel muerta, de Natalia García Freire, llamó mi atención hace ya un par de años si no recuerdo mal, al verlo en el top de lecturas del año de un booktuber. Sin saber mucho más, decidí comprarlo y dejarme llevar.



En esta breve novela se nos cuenta el regreso de Lucas a su antigua casa, ahora habitada por otras personas, contada mediante mensajes a su fallecido padre.



Una novela que creo que pretende ser oscura, pero que yo no lo he sabido ver. Una novela que según dicen está escrita poéticamente, cosa que yo tampoco he apreciado (esto quizás es más cosa mía, que no suelo encajar con este tipo de literatura). Una historia que no empieza mal pero que se me acabó haciendo monótona y sin demasiado interés, que estuve planteándome abandonar allá por la mitad pero decidí darle una segunda oportunidad. Bueno, pues salió mal.



Cierto es que el final podría decir que me ha gustado, pero el camino hasta él le pesa mucho, no ha sido una novela que haya disfrutado, y, de hecho, con lo corta que es me duró bastantes días, en parte porque casi nunca me apetecía ponerme a leerla.



Siento que no he dicho nada sobre la historia, pero es que para mí tampoco tiene mucha chicha, esperaba mucho más por la reseña que comentaba pero no ha sido así, siendo un libro prescindible para mí. Como siempre digo, si el libro ha llegado hasta a mí, suele ser porque gusta mucho, así que os animo a investigar si os llama la atención.

Cocuan es un pueblo perdido y olvidado en las montañas. Está a punto de ser olvidado.

Hace muchos años allí nació Mildred y allí fue sacada a rastras de su casa, despojada de lo poco que tenía y llevada a un monasterio cuando murió su madre. Mildred chilló, pataleó y maldijo al pueblo.

Un pueblo que empezó a decaer y entonces Mildred se convertió en leyenda.

Una serie de desapariciones darán pie a que a través de nueve personajes conozcamos la locura, los desvaríos, la historia de Cocuan, la relación de las desapariciones con la maldición de Mildred y la leyenda de Diosmadre en la tierra.



Con una prosa impecable capaz de hacerte ver, oír, oler y sentir lo que escribe, a ratos incómoda, terrorífica y violenta, onírica, emocionalmente extenuante, llena de secretos, supersticiones y habladurías es una historia que te mantiene con el alma en vilo mientras lees como te cuentan el pasado y el presente aunque no tengas muy claro que hay de sueño y que hay de realidad, que hay de locura o de cordura, que hay de vida o de muerte.



Mildred trajo el viento al nacer y Natalia nos trae una obra apabullante y explendida llena de sensaciones que no te abandonan ni tan siquiera después de haberla terminado de leer.



Breve, impactante y tremendamente bella!!!


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