PASEO EN EL TECHO
A Jules Supervielle
Es el frontón del techo,
órgano de tejas,
caballete de estrellas,
el subterfugio del sonámbulo
En la chimenea
el pájaro agita sus alas cual
válvulas de mis suspiros.
He visto que usted,
por falta de arena,
desparramaba la espuma
en la laguna celeste.
Me subo al abejorro
y, cual periscopio,
atravieso el tragaluz.
En lo profundo del alma, escandido, brotó,
chorreando del sifón,
el movimiento.
El índice del hombre
empuja los minutos
que impiden el progreso.
En el aire interior,
destilado por mis pulmones,
el ojo navega aventurero.
En la órbita el corazón se desborda:
me inclino del lado derecho.
Pero el eje de mi deseo coincide
con el de la plomada.
Al borde de tu piso ondulado,
isla estéril
—bañada por un río de asfalto—,
extiendo la vara de mi muerte.
Si no cae la luna, y no me despierta,
como una jarra de agua fría:
¿me daría usted un brote de cebolla
para que en la sombra surjan mis ojos?
¡Ah! ¡permita por lo menos que termine mi poema
antes de que alcance el final del techo!
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