Charles Burns es otro de esos autores indies estadounidenses rollo Daniel Clowes que se encuentran entre lo outsider y lo surrealista, y en esa ligera línea se mueven también sus protagonistas. Hace dos años se publicó la primera parte de esta trilogía llamada “Laberintos”, cuyo personaje principal es Brian Milner, un adolescente algo retraído al que le apasionan el dibujo y el cine de terror de serie B. En el primer volumen Brian conoció a Laurie en la fiesta de un amigo y quedó prendado de ella, la cual a su vez parecía estar interesada en él. Aprovechando que Brian está grabando una película de terror sobre una invasión alienígena decide proponerle a Laurie que participe, y justo es sobre esta colaboración que trata el segundo volumen de la trilogía. Laurie aceptó ir a casa de Brian a ver lo que habían rodado para la película, pero cuando se presenta en su casa va acompañada por otra pareja de amigos que, además, van bastante perjudicados por haber bebido. La situación se complica aún más cuando aparece la madre de Brian, que también ha bebido, y lanza algunas incongruencias a las visitas. Laurie pedirá perdón a Brian y la cosa parece mejorar entre ellos cuando todo el grupo va a casa de una de las amigas a terminar el rodaje, aunque el carácter taciturno de Brian no le ayuda a intimar más con ella. Personalmente me parece que la obra representa a la perfección la adolescencia, esa etapa caracterizada por la inseguridad y la falta de comunicación. La relación entre Brian y Laurie es complicada porque ninguno se atreve a poner las cartas sobre la mesa y todo son malentendidos y situaciones tensas entre ellos, fomentadas también por la intromisión entre ambos de sus amigos. He leído una reseña que dice que “Más que un cómic es un estado de ánimo”, y creo que es una afirmación muy acertada. Mi única recomendación es esperar a que salga el tercer número para leer la trilogía de corrido y así profundizar más en ese estado anímico. + Leer más |