El valle oscuro de María Andrea Tomé
Me abrazó por tercera vez antes de separarnos. Oh, cómo me gustaría vivir en ese abrazo. Y en todas las veces que la piel de Momoko rozó la mía, y en todas nuestras conversaciones en el acantilado y en todos los mensajes encerrados en una botella de cristal arrojada al océano. Sería una existencia suficiente. Sería una existencia en la que no me sentiría demasiado cobarde o demasiado pequeña o demasiado estúpida. Sería una existencia en la que no me sentiría sola.
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