Nosotros de Manuel Vilas
Muchas veces, al terminar el café con leche, los dos se quedaban mirando al cielo. No había ninguna casa más elevada que la de ellos en las proximidades, no tenían delante más que el espacio abierto, y recuerda ahora mismo Irene la contrariedad de Marce de no haber podido encontrar un rascacielos para poder vivir en una planta 28, lejos de la realidad de las calles y los coches y las normas de tráfico y los semáforos, al lado de los pájaros, de las aves que vuelan altísimas, dentro de las nubes, porque las nubes podrían haber sido su hogar.
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