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Lectora, escritora, editora, correctora, amiga, acumuladora compulsiva de libros... Tantos y tantos adjetivos que me describen dependiendo a quién preguntemos que esto se haría eterno.
A mí siempre me ha gustado presentarme como amante de la literatura. Si es cierto que si le preguntamos a mi madre dirá que eso de "siempre" no es tal cual, que en cierto momento de mi vida lloraba si me ponían un libro delante, pero en mi defensa diré que me traumaticé con diez años cuando me obligaron a leerme el Quijote (versión extendida, nada de adaptaciones infantiles, eh).
Por suerte, o por desgracia para mi bolsillo, me reconcilié demasiado rápido con la literatura. De ahí que llevase por el camino de la amargura a todos mis conocidos recomendando y leyendo libros día y noche. Hasta acabar estudiando literatura en la universidad no me quedé tranquila.