Las frías noches de infancia

Siempre es un placer leer algo de esta editorial, y este librito incitó mi curiosidad por ser de una autora turca, puesto que no suelo leer casi nada de por allí aunque el país me guste mucho.

Se trata de un ensayo biográfico en el que la propia autora desarrolla a retazos su vida (aunque el título haga referencia a la infancia). A través del relato en primera persona nos adentramos en una familia de clase media-baja de la Turquía de mediados-finales del siglo XX. Durante sus diez primeros años, Tezer vivió en un pueblo junto a su familia, y posteriormente se mudaron a Estambul junto con su hermano. Este cambio del campo a la ciudad, junto a criarse en país musulmán pero educarse en los principios laicos promulgados por Ataturk y estudiar en un colegio prusiano dirigido por monjas católicas, provocarán un colapso interior en Tezer y no harán más que acrecentar su locura.

A través de una narración que se mueve entre lo poético y lo crudo, entre la lucidez y la locura, seguiremos a Tezer en su proceso de desarrollo social, sexual, educativo y psicológico. Desde pequeña la autora muestra un ansia de libertad y de vida increíbles, por ello sorprende su primer intento de suicidio siendo joven. le diagnostican maníaco depresiva, y este trastorno penderá sobre ella como espada de Damocles, amenazando su estabilidad mental cada cierto tiempo y viéndose internada contra su voluntad y sometida a tratamientos de electroshock (es bastante dura la descripción que hace de su último internamiento, donde parece que incluso sufrió maltrato y abuso sexual). Estas épocas se alternarán con una vida muy intensa en la que alterna en círculos intelectuales y políticos, además de tener diversas relaciones de pareja.

En su conjunto es un libro interesante por mostrarnos un trocito de la historia turca desde el punto de vista de una mujer, viendo además las particularidades de su formación y de ella misma, pero no voy a negar que a veces me costaba ubicarme temporalmente en los textos y saber qué trataba de transmitir Tezer cuando los escribió.

«La oscuridad de las celdas de sus vidas es insondable»

«Es como si existiera gente de la que quisiera vengarme con un bonito cadáver. Existen casas, tresillos, alfombras, melodías, profesores contra los que me gustaría rebelarme.»

Una mujer escribe desde un balcón abierto a la bulliciosa Estambul. A través de esos trazos descubrimos la soledad, la lucha, el dolor. Renglones torcidos por los barrotes reales e imaginarios de una mente creativa y libre.

«Intento llorar, no lo consigo. Su muerte está más allá de cualquier duelo.»

Las frías noches de la infancia, de la autora turca Tezer Özlü, traducida por Rafael Carpintero Ortega y, editada por la cuidadosa editorial Errata naturae en el año 2022, rescata una pequeña joya literaria. Una esmeralda oscura en la conjunción de dos mundos, dos visiones de la vida. Una autoficción de los años 70 que nos desarma por su crudeza y belleza.

«En nuestra familia existe una tradición: después de enterrar a nuestros difuntos no les colocamos lápidas. ¿Acaso porque la muerte no es una frontera definitiva?»

El libro nos traslada a una ciudad cosmopolita, extraña, bulliciosa. Narración con múltiples saltos temporales, conocemos la primera infancia, los años de formación y los primeros dolores de la autora. ¿Otro libro de autoficción? Sí. Pionero, insultante, cercano y, en varios aspectos, actual. Una escritura sinuosa, con múltiples diálogos, anhelos de verdad velada por una enfermedad y tratamiento crueles. Amores, pasiones, viajes con amigos y familiares son tratados con dureza, pero amor cercano. Un texto apabullante que termina con un canto a la vida, el amor y el sexo en sus últimas páginas que han pasado a la categoría de mejores párrafos leídos (por este lector reseñador) en los últimos años.
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Leer a Tezer Özlü no ha sido nada fácil, ha sido una experiencia bastante incómoda. Ha sido como adentrarse, o más bien hundirse, en un pozo en el que no hay ni un ápice de luz. Un pozo en el que solamente se siente la compañía de la tristeza. Y cuando te encuentras ahí, en el fondo, con esa atmósfera totalmente oprimente, es cuando puedes llegar a comprender a la autora. Se le escucha atentamente, con el corazón en la mano y un gesto en la cara que transmite todo lo que sientes. No se puede ocultar, la lástima se refleja en tu mirada. No se puede ocultar, el pesimismo se palpa en el ambiente.

«¿Siento la necesidad de un amor así? No. Sólo siento la necesidad de un hombre. Desde los tres o los cuatro años he sentido la necesidad de un hombre y ahora no puedo dormir sin uno a mi lado.»

'Las frías noches de la infancia' no es una autobiografía al uso. Son divagaciones, recuerdos, retazos de su vida. Es como encontrarse dentro de la mente de la autora, diagnosticada con personalidad maniacodepresiva. Un paseo por su vida desde que era una niña y se topa con una realidad difícil de asimilar. Era turca pero vivía en una tierra de tradición musulmana e iba a estudiar a un centro de normas prusianas dirigido por monjas católicas. Una infancia marcada por la falta de esa libertad que ella tanto anhelaba. La adolescencia no fue mejor ya que estuvo marcada por lo que sería su futuro, estancias en psiquiátricos que ponen los pelos de punta. Terapias abusivas, terapias de electroshock.

«Sé que nunca volveré tras esas puertas. Que nunca volveré a vivir semejante miseria. Que tengo que resistir. Lo que me cura no es el tratamiento electroconvulsivo. Ni los medicamentos. Lo que me cura es el inmenso y profundo miedo que me da que me encierren de nuevo en esas clínicas.»

Lo más impactante son sus estancias en los hospitales psiquiátricos pero también hay lugar para hablar de otros temas importantes. El despertar social, la sociedad que no ha cambiado tanto a pesar del paso de los años, la historia y política de su país natal. Retazos de sus viajes por Europa, viajes que le hacían recuperar las alas que le cortaron en su niñez.
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