Así que lo dejé allí, de pie e inmóvil a un lado de la carretera vacía, viendo cómo me alejaba hacia lo que serían años de profundo dolor, de profundo sufrimiento. Mi precioso perro, mi íntimo amigo, mi adorado protector, mi perro al que tanto había querido y cuidado, y que tanto me había querido y cuidado de mí. La siguiente vez que lo vi, cinco años después, se estaba muriendo.
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