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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
28 November 2017
Si tengo que elegir al autor de mi cuadro favorito elegiría Vermeer, que imagino que no sería el que eligiesen los expertos y entendidos, pero el arte es lo que tiene, cada uno tenemos nuestros gustos (y no, no es el de la perla). A mí me apasionan los maestros holandeses y, entre ellos, me apasiona todavía más Vermeer. Así que fue ver esta portada, leer la sinopsis y, básicamente, morirme de ganas de tenerlo: me interesa muchísimo esa época artísticamente hablando en los Países Bajos (República Neerlandesa en el siglo XVII en que transcurre la historia), y desde La joven de la perla no había leído nada más sobre el tema (ambas novelas, por cierto, poseen algunas semejanzas que no desgloso porque si no esto me queda larguísimo).

La trama, narrada en primera persona y en presente, comienza con Catrijn Barentsdochter abandonando de Rijp, su pequeño pueblo natal, tras fallecer su marido. Se dirige hacia Alkmaar, donde comenzará a trabajar en una casa, pero poco después de llegar se entera de que su patrón ha fallecido de manera inesperada, y que no tiene techo ni trabajo. Esa misma noche conoce a Mattias van Nulandt, un comerciante por el que pronto se siente atraída y que le da una carta de recomendación para entrar a trabajar como ama de llaves en casa de su hermano, Adriaen, quien vive en Ámsterdam junto a su esposa, Brigitta. Hacia allí se dirige Catrijn, consiguiendo finalmente trabajo. Sin embargo, lo que a ella realmente le gusta es pintar, y además es muy buena a pesar de no tener formación; su talento es innato y, sin anticiparlo, su relación con los hermanos van Nulandt le llevará por caminos impensables y será determinante para alcanzar su sueño como pintora ceramista... si el secreto que guarda desde que abandonó su pueblo natal no se interpone en su camino.

Para mí en este libro hay dos tramas muy diferenciadas: una es la de la propia Catrijn, y la otra es la del movimiento artístico que tuvo lugar en los Países Bajos durante el siglo XVII. Esto supongo que irá sobre gustos, pero a mí la del movimiento artístico me ha entusiasmado porque (literalmente) me apasiona este tema, y la historia de Catrijn me ha gustado sin llegar a encantarme, porque además, a medio libro y después de determinada circunstancia, se intuye claramente el final... y porque, siendo sinceros, Catrijn es de esa clase de personajes que no llegan a calarte, aunque eso no tiene por qué ser un rasgo malo en determinado tipo de historias, y de hecho en esta creo que no lo es.

¿Por qué me apasiona mucho más la subtrama artística? Porque narra a la perfección el nacimiento de la cerámica azul de Delft, industria que hizo su aparición en pleno siglo de oro de los Países Bajos y que todo aquel que tuviese dinero en aquella época pagaba por tener en su casa (hoy en día si se visitan hogares de gente pudiente de aquellos tiempos, ya sea en aquella zona o en países cercanos como Bélgica, todavía se puede ver en alguna de sus habitaciones). El proceso de cocción, la pintura, la mezcla de pigmentos, su diseño... en La joven de la perla era algo mucho más circunstancial; aquí tiene su desarrollo propio dentro de la historia porque de hecho se nota que eso es lo que realmente quiere contarnos la autora, aunque use las andanzas de Catrijn como excusa.

Además no solo asistimos a los orígenes de Johannes Vermeer recién investido maestro pintor, o conocemos a su maestro, Carel Fabritius (por desgracia algo más olvidado en la historia por circunstancias que conoceremos a lo largo de las páginas), sino que la autora se esmera por explicarnos cómo funcionaban las cosas en aquella época en cuanto a los oficios, gremios, maestrías... uno no era pintor porque sí, debía obtener la maestría para ejercer como tal y poder ganarse la vida gracias a sus cuadros. Lo mismo en cuanto a los ceramistas, o cualquier otro oficio artesano. Tenías que estudiar y ganarte el derecho a ejercer como tal, y las mujeres, como no, tenían el acceso restringido a esas maestrías. A pocas se les daba la oportunidad de conseguir lo que era un privilegio exclusivo para los hombres.

Vamos con Catrijn. Catrijn es una superviviente que va narrando lo que le sucede sin ahondar en detalles superfluos ni emociones impostadas. No finge, no dramatiza. Narra, expone. Sabemos que tiene un secreto, secreto que es fácil intuir desde el inicio, y que acaba desvelándose a página abierta más pronto que tarde (quien busque una novela de misterio histórico, aquí no la va a encontrar); huye de ese secreto, de las posibles consecuencias, y en el camino, si somos honestos valorando su personaje, se va arrimando al sol que más calienta. Es una currante nata, no se le caen los anillos por trabajar, pero también busca cierta seguridad afectiva y personal.

Su destino queda unido indefectiblemente a los hermanos van Nulandt (Adriaen, Mattias y Evert) y en torno a ellos gira su mundo a partir de entonces, aunque su final se ve venir sin problemas. ¿Que me hubiese parecido más valiente que la autora hubiese sido menos predecible y complaciente con este personaje? Pues sí, pero tal y como se va desarrollando la historia realmente no le pega ningún giro de tuerca... al fin y al cabo es solo una preferencia personal porque le da un un buen remate al libro, consecuente a pesar de la ausencia de sorpresas.

A la historia de Catrijn y la narración de cómo surgieron las fábricas de cerámica azul en Delft se suman varios acontecimientos históricos reales que la autora va implementando en la trama a su conveniencia para hacer avanzar la historia. No os los comento aquí porque, precisamente por ser determinantes en el avance de lo que ocurre, mejor no ir sobre aviso, pero a mí particularmente me han parecido muy interesantes y me he enterado de un montón de cosas que no sabía.

Azul de medianoche es, por tanto, una novela histórica muy entretenida sin mayores pretensiones, ambientada en una época fascinante para quien le apasionen el arte y los movimientos artísticos, en la que la autora se esmera por explicar al detalle el nacimiento de la famosa cerámica azul de Delft que tanta gloria dio a los Países Bajos en el siglo XVII. Mezcla hechos y personajes históricos reales junto a los ficticios en una trama muy bien ensamblada históricamente hablando y, en definitiva, es una lectura recomendable que se lee muy fácil. No conocía de nada a esta autora, pero he visto que hay alguna cosa suya más publicada en castellano (casi todo de género histórico y algún thriller) así que lo mismo me hago con alguna otra obra suya.
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