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ISBN : 849465151X
192 páginas
Editorial: La Navaja Suiza Editores (23/03/2017)

Calificación promedio : 4.62/5 (sobre 13 calificaciones)
Resumen:
La casa grande es el relato de la masacre de las bananeras, ocurrida en Colombia en 1928, un crimen perpetrado por el propio gobierno colombiano, que ordenó ajusticiar a los jornaleros que trabajaban en los campos de bananas y que se habían declarado en huelga, en contra de las condiciones de trabajo impuestas por la United Fruit Company. En paralelo, la historia de la familia que habita en La Gabriela, la casa grande, en la que cada miembro de la familia –el ... >Voir plus
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Críticas, Reseñas y Opiniones (7) Ver más Añadir una crítica
IvanValenciaA
 07 September 2020
La casa grande de Álvaro Cepeda Samudio publicada en 1962, es una novela difícil para el lector quien debe tomar parte activa en su narración. Una lectura superficial y rápida puede informar al lector desprevenido sobre qué trata esta obra; pero solo la lectura consciente, sosegada, revelará su complejidad narrativa, formal y la universalidad que entraña en sus personajes y situaciones. Esta novela que ha sido señalada como renovadora de la narrativa colombiana del siglo XX, da muestras de su novedad y originalidad en este hecho primordial, la relación que establece con el lector. Aquí pretendo hablar un poco de las posibles relaciones que se establece entre lector y obra y cómo el lector toma parte activa en esta obra para encontrar y disfrutar una riqueza que no está totalmente explícita, que exige al lector. Este análisis parte de mi lectura personal de la obra de Cepeda Samudio y los caminos que recorrí para su entendimiento. Es esta una mirada subjetiva pero que no cesa allí, que apunta hacia lo colectivo y lo objetivo que emana de las lecturas comunes y compartidas. En este recorrido, desde esta perspectiva, se analizará la novela en algunos de sus apartados y elementos fundamentales.

Marcado el camino y hechas las salvedades mencionaré también que esto, más que un trabajo académico, es la memoria de una experiencia de lectura. Esta experiencia empezó hace algunos meses cuando leí por primera vez esta novela. Había escuchado algunas cosas sobre su autor, especialmente en relación a su participación en el Grupo de Barranquilla, pero nunca lo había leído. La casa grande es una obra que hace algunos años hace parte de mi modesta biblioteca, recuerdo que me la regaló un buen amigo y me la recomendó encarecidamente. Es una edición de segunda mano, de la colección popular que hace décadas publicó el Instituto Colombiano de Cultura. Recuerdo que apenas la tuve en mis manos sentí el olor penetrante de los insecticidas que en algunos lugares ponen a los libros para evitar la acción de las termitas. Esta condición hizo que el libro quedara alejado de mi biblioteca, de mi habitación y demás lugares frecuentemente habitados en mi casa. Ese olor le perduró durante meses. Parecía una señal del destino que mi intención le deparaba, y es que ni siquiera había considerado leer esa novela. Cuando ya pude incorporarla con mis demás libros quedó relegada a un pequeño rincón entre otros libros de la misma colección.

Así, cuando enfrenté su lectura, mi ánimo no era el más entusiasta. Hice una primera lectura rápida y descuidada. En principio me pareció una mala novela con fragmentos extraordinarios y de una precisión envidiable, como es el caso del primer capítulo ¨Los soldados¨. Por demás, encontré otros capítulos y fragmentos que se me antojaron oscuros, deliberadamente incompletos y hasta pensé en deficiencias de escritura. En definitiva, mi primer juicio fue que me encontraba frente a una obra sobrevalorada por la crítica, interesante como documento histórico pero carente de casi toda gracia literaria. de nuevo dejé el libro en su rincón y lo olvidé. Hace unos días meditaba en mi mecedora y no pude evitar poner mi mirada sobre su desgastado lomo. No sin desdén fui por él. Empecé una nueva lectura. al terminarla estaba confundido, extraviado entre esta historia que ya no se me antojaba banal pero que no lograba comprender. El segundo capítulo “La hermana” se me presentó como un reto, un acertijo que deseaba solucionar. Motivado así, emprendí una tercera lectura.

Convencido de que en efecto era una obra maestra lo que tenía en mis manos leí lentamente, regresando cuando fue necesario. Poco a poco, y no sin esfuerzo, fui develando la historia aparente y la historia profunda que entrega Cepeda Samudio. Lo que encontré entonces, y que luego corroboré cuando leí las opiniones de algunos críticos y comentaristas de esta obra como Fabio Rodríguez Amaya, Jacques Gilard, García Márquez, Robert Sims, entre otros, es lo que relato enseguida.

Lo primero que me sorprendió de esta obra fue lo que ya he mencionado atrás, la relación que establece con el lector. Quizá sea esta una de las razones que enmarcan la obra entre aquellas obras que marcaron la renovación de la novela latinoamericana. Esta novela no entrega nada sin esfuerzo alguno del lector. A diferencia de la novela costumbrista esta obra no da una historia terminada, completa, de la que solo es preciso informarse. Su estructura me recordó experiencias que he tenido con obras más recientes como Il figlio di Bakunin del escritor italiano Sergio Atzeni que, sin temor a errar, puedo decir que es una novela documental (si es lícito llamarle así). Aquí lo documental desempeña una doble interpretación: la influencia de lo audiovisual y la influencia de lo fragmentario. Así como Atzeni entrega fragmentos para que el lector reconstruya la historia, Cepeda Samudio entrega detalles y fragmentos que se mueven en diversas líneas temporales y que poco a poco informan de lo que pasó en el pueblo y en la casa grande. Se ha dicho que esta novela es una novela sin ilación. Pero no es así, es fragmentaria pero finamente conectada por pequeños detalles. Los capítulos finales esclarecen detalles sobre los iniciales y así con todos los demás y en diversas relaciones entre capítulos.

Secomandi (2017) dice a este respecto que “la trama sigue una secuencia temporal no cronológica y esto no significa solo que abunden las anacronías: algunos sucesos parecen anteceder y seguir a otros acontecimientos de forma contemporánea, logrando, con esta técnica, la imposibilidad de reconstruir en su conjunto la fábula” (Pág. 83). No obstante lo que he mencionado, esta visión que da Secomandi se corrobora en la lectura detenida. Hay cuestiones que el autor no cierra en la novela, quizá porque él mismo las ignoraba, detalles que no tienen un lugar que los clarifique, preguntas que resuenan al final de la lectura y que no tendrán eco más que en la especulación: ¿la hermana fue embarazada por el soldado o por su hermano? ¿El castigo del padre es por la pérdida de la virginidad o por manchar el linaje con sangre de un desconocido? ¿Son 4 o 5 hermanas? ¿A la hermana líder los hijos de su hermano le sacan los ojos literalmente o metafóricamente, o de ambas maneras? La ausencia de nombres para la mayoría de personajes aumenta esta confusión, pero tiene su motivo, motivo que mencionaré en un momento.

Pero esta confusión no es una ligereza ni descuido del autor, es un recurso que emula la vida misma, como se cuentan las historias, la tradición oral, y más allá, como se cuentan sucesos tan oscuros y trágicos como fue la masacre de las bananeras -suceso arquetipo- y la destrucción de una familia o familia arquetipo, esto es, la descomposición de una sociedad tanto en lo público como en lo privado. Y aquí abordaré un nuevo tema, las dos dimensiones del relato, lo público y lo privado. A este respecto Fabio Rodríguez Amaya (2017) menciona que "[…] el conflicto entre el Padre y una de sus hijas (la Hermana), al concretar las dinámicas familiares (en lo Privado), marca el conflicto entre los trabajadores y las autoridades (en lo Público). En el plano semántico, metaforiza la macroesfera (de lo Público) desde el jornalero proletario hasta el presidente de la república. Cuando estos planos se intersecan, se verifica el desencadenamiento de la violencia: el asesinato del Padre, el genocidio de masas (en lo Público), el castigo de la Hermana, la desintegración de la familia (en lo Privado)" (Pág. 218).

Y es que en el relato, la situación que se presenta, tomada desde estas dos esferas, no es una situación particular del pueblo de Ciénaga ni del país: Colombia. La masacre recuerda las matanzas que se han dado por todo Latinoamérica y que al día de hoy se siguen dando, el Padre recuerda al lector a los patriarcas, gamonales, dictadores, que pueblan nuestro continente y que han sido personajes recurrentes en la literatura latinoamericana.

Es esta la razón por la que los personajes de la obra no tienen nombres. Porque no son sujetos particulares sino, también, arquetipos de los hombres y mujeres que han vivido estas mismas situaciones; señala Rodríguez Amaya (2017) que esta “no es en absoluto novela de personajes” (Pág. 219). Cepeda Samudio hace que su novela eche raíz en un pequeño pueblo de la costa, pero esas raíces han envuelto a toda la tierra. Esta cualidad que tiene la obra para expresar la condición humana y sus efectos sobre la vida y el mundo, hace que sea universal.

En una entrevista Amos Oz comentaba que sus obras han llegado a gozar de una característica que, a mi parecer, es compartida por buena parte de las más destacadas obras de la literatura, a saber, la universalidad. Esto referido a los escenarios que ocupan sus obras que resultan ser en extremo locales, relacionados con lugares pequeños y culturas particulares. Oz resalta que lo universal se da porque todos nuestros secretos son los mismos: seamos árabes, orientales, latinos o europeos. Las culturas son distintas, cambiantes y a veces contradictorias, pero su base es siempre común: la naturaleza humana. Lo universal es pues esta capacidad y facilidad de entendimiento con la obra literaria que describe un mundo totalmente ajeno al nuestro. Y ningún escenario parece ser más ajeno para los jóvenes occidentales como lo es el mundo de oriente medio, más específicamente el conflicto árabe-israelí, y con particular énfasis en las formas de vida que adoptó el pueblo hebreo durante el siglo XX. A pesar de esta brecha temporal y cultural cuando se toma una obra escrita por Amos Oz, se comprende perfectamente las vivencias y sentimientos de sus personajes, el lector se identifica con ellos. Y esto es lo que sucede con La casa grande.

Este devenir fragmentario, esta universalidad que expresa la obra, exige al lector su participación activa como ya he mencionado, pero también le brinda la posibilidad de la nueva creación a partir de este sustrato. Es también un espacio para la identificación y la catarsis. Quien lea esta obra no solo conoce esta historia, sino que también puede entender sus propias experiencias con las estructuras arquetípicas -públicas y privadas- que han sido mencionadas.

Sea este el momento para retomar un detalle que he dejado suelto atrás. Cuando mencioné a Sergio Atzeni dije que la cualidad de novela documental tenía, además del ya mencionado sentido fragmentario, un sentido audiovisual. Y es que es clara la influencia del cine sobre Álvaro Cepeda Samudio. Cuando trabajó en el periódico “El espectador” se desempeñó como crítico de cine; y más aún, grabo una película que se llamó La langosta azul, del año 1954. En La casa grande es notable la influencia del cine, además del teatro. Como ya han mencionado algunos críticos, quizá el momento en el que esta influencia es más evidente es en el capítulo titulado “El pueblo” donde se da una descripción del pueblo que, aunque cuenta con detalles, no es detallada. Este capítulo da la sensación de estar mostrando el pueblo en un lento recorrido que llega a través del lente de una cámara. Cuando leí este capítulo por segunda vez recordé Novecento y algunas de sus panorámicas del pueblo. Esta misma sensación la dan las descripciones de los soldados en el primer capítulo.

Otro detalle de la obra que vale la pena mencionar y que también implica al lector es la forma en que Cepeda Samudio hace los diálogos. En toda la obra son casi inexistentes las acotaciones en los diálogos, esto es, el escritor no apoya la línea de un personaje describiendo su estado de ánimo o las acciones que acompañan a sus palabras para evocar lo que siente. Recuerdo que hace años le escuché mencionar a Paco Ignacio Taibo II que cuando quería ver si lo que escribía o leía era bueno solo debía suprimir las acotaciones de los diálogos, si estos sin las acotaciones podían transmitirle al lector estos estados de ánimo, si el personaje con solo su voz dice que siente, entonces el diálogo no solo es bueno, roza la perfección. En los diálogos de la Casa Grande podemos ver y sentir lo que sienten y ven los personajes. El autor no necesita decir qué sienten los soldados mientras hablan, en sus palabras está implicado. Así como se entiende en las líneas de la muchacha que ha comprado el Padre, en las palabras de los hijos que odian, en los diálogos de los jornaleros que esperan ansiosos y temerosos que la noche los cubra para asesinar al Padre. Pero para entender y sentir a los personajes y sus emociones, el lector debe absorber el completo sentido de las palabras según el contexto en que son dichas.

Para finalizar deseo sentar una postura frente a la intencionalidad de la obra. La casa grande no es una obra de denuncia, no es tampoco una novela histórica; no implica esto que no sea memoria y que no haya empatía en ella, es memoria y hay empatía en ella; pero estas cosas son resultado del universo que retrata, no intención primaria. La masacre de las bananeras es solo una excusa para la creación poética y la exploración de la condición humana. Esta excusa no es menor ni carece de importancia, que no sea el centro del relato no implica nada especial. La matanza es también arquetipo. Respecto a esta intención dice García Márquez (como lo cita Secomandi, 2017) "la casa grande es una novela basada en un hecho histórico: la huelga de los peones bananeros de la Costa Atlántica colombiana en 1928, que fue resuelta a bala por el ejército. (...) Esta manera de escribir la historia (...) es una espléndida lección de transmutación poética. Sin escamotear ni mistificar la gravedad política y humana del drama social, Cepeda Samudio lo ha sometido a una especie de purificación alquímica, y solamente nos ha entregado su esencia mítica. [Todo] en este libro es un ejemplo magnífico de cómo un escritor puede sortear honradamente la inmensa cantidad de basura retórica y demagógica que se interpone entre la indignación y la nostalgia" (Pág. 82).

Es tan evidente que no es la precisión histórica lo que interesa a Cepeda Samudio que ubica la masacre en un sábado de diciembre del 1928, lo más probable es que sea el sábado 22 de diciembre porque el decreto que aparece en el libro fue firmado el martes 18 de diciembre. La masacre ocurrió entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928. En estos detalles se ve que no es la precisión histórica lo que interesa al autor. Lo que interesa es cómo la historia toca al lector, lo transforma, lo hace actuar y marca su destino.



Referencias bibliográficas

Rodríguez, F. (2017). Las poéticas de la casa grande. Una lectura de “La hermana”. En: Álvaro Cepeda Samudio. Obra literaria. (1ª ed.), Alción Editora.
Secomandi, A. (2017). Álvaro Cepeda Samudio, Obra Literaria, edición crítica de Fabio Rodríguez Amaya y Jacques Gilard. Ensayos Historia y teoría del arte. Volumen (XXI), pp. 75-93.

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gustavoadolfo
 08 June 2021
La casa grande (1962), de Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972), es una novela imprescindible en la historia de la literatura colombiana. En ella se retrata la masacre de las bananeras, un hecho histórico acaecido en diciembre de 1928 en Ciénaga, Magdalena.

El autor también escribió Todos estábamos a la espera (1954) y Los cuentos de Juana (1972). Toda su obra está caracterizada por la experimentación formal, reconocida en autores como James Joyce (1882-1941) y William Faulkner (1897-1962); asimismo, su obra representa la superación del costumbrismo y del realismo social, junto a la obra de José Felix Fuenmayor (1885-1966) y Gabriel García Márquez (1927-2014).

En su recreación de la masacre de las bananeras la obra le da cabida a un grupo amplio de actores; sin embargo, en nuestra reseña queremos enfatizar en el protagonismo que tienen los soldados y la fuerza pública. Si bien existen más de diez ediciones de la obra, utilizamos la edición de la Colección Archivos (2017).


La masacre de las bananeras

Para 1928, la compañía estadounidense United Fruit Company afrontaba la huelga de sus trabajadores, quienes buscaban, entre otras garantías: el descanso dominical, la mejora del servicio hospitalario, el seguro colectivo obligatorio y la eliminación de préstamos por medio de vales (los cuales, únicamente, podían utilizarse en los comercios pertenecientes a la compañía). A pesar de las negociaciones no hubo acuerdo y, como la fuerza pública de la región era insuficiente, se movilizaron tropas desde el interior del país. El general Carlos Cortés Vargas (1883-1954), quien ordenó la masacre, señaló a los marchantes con los apelativos de “revoltosos” y “malhechores”, incluso los llamó “comunistas” y “anarquistas”; también autorizó el uso de la fuerza “para castigar por las armas” a los huelguistas y a sus colaboradores.

Aún en la actualidad se desconoce el número exacto de heridos, desaparecidos y muertos (los números median entre algunos pocos, cientos y miles). La masacre sucedió bajo la aprobación y el rostro impávido del presidente conservador Miguel Abadía Méndez (1867-1947). El general Carlos Cortés Vargas NO fue amonestado, incluso fue ascendido y nombrado comandante de la policía, en Bogotá.


La novela y el capítulo “Los soldados”

La casa grande (1962) es una novela corta, con un poco más de cien páginas; dividida a su vez en diez capítulos titulados. Cada capítulo ofrece un punto de vista diferente, focalizado en un personaje de la historia. Asimismo, cada capítulo está compuesto por una forma de escritura diferente: un guión teatral, un monólogo interior, una crónica, una descripción objetiva del pueblo donde suceden los hechos, o la inclusión de un “Decreto” promulgado por el propio general Carlos Cortés Vargas. Dado lo anterior, la novela puede ser pensada como una obra polifónica, tanto en su contenido como en términos formales, es decir, una novela que expone diferentes puntos de vista, en este caso sobre un hecho histórico, a partir de diversas formas de escritura.

Por su parte, el capítulo “Los soldados”, el primero de la novela, tiene un poco más de veinte páginas. En él tienen cabida los diálogos de los soldados junto con las palabras de un narrador omnisciente. Guardadas las diferencias, el capítulo se asemeja a un guión teatral, en donde se intercalan los diferentes diálogos con las acotaciones del guionista.

Ahora bien, dada la naturaleza de la historia, lo que sucede en ella, podríamos decir que este capítulo evoca la naturaleza de una tragedia griega, una de esas historias donde los personajes están obligados a vivir su destino sin que importen las diferentes intervenciones humanas. Desde este punto de vista, los diálogos de los soldados se intercalan con la voz del narrador omnisciente, que funge a la manera en que lo hace el coro en el teatro griego.


Del sentimiento trágico en “Los soldados”

En este capítulo, un grupo de soldados dialoga sobre su actual situación: el desplazamiento que deben hacer desde el interior del país y hasta La Zona, a donde deben ir a repeler la huelga. Según sus propias palabras, algunos de ellos NO cuestionan las órdenes recibidas; otros, por el contrario, reflexionan sobre su responsabilidad. Ahora bien, línea a línea, la obra construye el escenario trágico que los terminará afectando a todos.

El sentimiento trágico de la obra está anunciado desde el inicio del capítulo, a través de una lluvia insólita, imprevista para el mes de diciembre. La lluvia arrecia, junto con vientos fuertes, lo que hace que el desplazamiento de los soldados sea incómodo e infructuoso. Ellos deberán esperar, empapados y hambrientos, durante horas enteras. Luego, durante el desembarque, y ante la distancia que media entre el bote y la orilla, deberán saltar al agua represada y “hedionda”. Caminarán enfilados, llevando consigo sus rifles, para cumplir un destino que, como ya hemos indicado, no podrán evitar. El narrador omnisciente lo expone de la siguiente manera:

Todavía no eran la muerte: pero llevaban ya la muerte en las yemas de los dedos: marchaban con la muerte pegada a las piernas: la muerte les golpeaba una nalga a cada tranco: les pesaba la muerte sobre la clavícula izquierda: una muerte de metal y madera que habían limpiado con dedicación (132).


Para los soldados es insólito, también, que al llegar al pueblo nadie los reciba. Los habitantes del lugar, ni siquiera, se asoman para verlos llegar. Es como si el pueblo, de antemano, les tuviera “rabia”; dice uno de los soldados. Mientras que el narrador por fuera de la historia acota: “Caminaron lentamente, sin prisa, mirando, sin entender bien las puertas y ventana cerradas a lado y lado de las calles” (125).

Gracias a los diálogos sabemos que algunos de ellos nacieron en pueblos donde “nunca había suficiente comida” (115); también nos enteramos que los envían porque la policía no logró contener a los huelguistas; asimismo, sabemos que ellos piensan que el teniente nunca sabe nada, pues sólo repite lo que dice el comandante. Este último asegura que los marchantes están armados con fusiles, aunque algunos soldados lo dudan. Lo que sí tienen claro todos los soldados es que los sargentos se roban la plata de la comida: “La mujer del sargento tiene una tienda para vender lo que se saca del almacén” (115), dice uno de ellos, mientras que otro le asegura que no puede investigar porque, en caso de que lo descubran, lo meten al calabozo.

Para este momento de la historia se pueden diferenciar, por lo menos, dos actitudes frente a la huelga. Unos soldados no tienen problema con su intervención, ya que sus superiores lo han ordenado así. Según ellos, los huelguistas no tienen derecho a protestar, así que no tienen problema con dar algunos culatazos para hacer que los maquinistas trabajen: “Para eso estamos aquí” (119), dice uno de ellos. Por otro lado, hay quienes piensan que ellos no están para acabar con la huelga:

¡Qué vaina! Que no tengo miedo, lo que pasa es que no me gusta esto de ir a acabar con una huelga. Quién sabe si los huelguistas son los que tienen razón (105).


A pesar de las diferentes maneras de pensar, la tragedia tiene lugar. Así lo describe el narrador omnisciente: “Los hombres fueron llegando en grupos, saliendo de todas las calles y de todas las casas que parecían desiertas y vacías”. Estos hombres se juntan en la estación y ocupan el tren “llenándolo con sus vestidos limpios, sus sombreros cortos de paja amarillosa y sus machetes quietos dentro de las vainas manoseadas”. Seguido: “Y se quedaron sobre el tren, en silencio, con determinación y en paz” (133. El subrayado es nuestro). Sin embargo, los superiores dan la orden de disparar. Los soldados salen del cuartel, ubicado junto a la iglesia, y cuando llegan a la estación disparan. Uno de los soldados reflexiona: si dan la orden tienes que matar; mientras que otro piensa todo lo contrario: si dan la orden no tienes por qué matar a un desconocido. Luego de la masacre, uno de ellos dirá: "Olía a mierda. Y el olor me ha cubierto como una manta gruesa y pegajosa. He olido el cañón de mi fusil, me he olido las mangas y el pecho de la camisa, me he olido los pantalones y las botas: y no es sangre: no estoy cubierto de sangre sino de mierda" (135).

El capítulo finaliza. La masacre ha sucedido. Uno de los soldados pregunta si en el pueblo los recordarán, mientras que otro sentencia:

En este pueblo se acordarán de nosotros: en este pueblo se acordarán siempre, somos nosotros los que olvidaremos (135).



Palabras finales

La masacre se ha cumplido. La tragedia afectará al pueblo inconforme y a los militares que debían protegerlo. Además, como bien sabemos nosotros, la tragedia se repetirá, cada tanto...

Consideramos de vital importancia reconocer la manera en que las autoridades utilizan el lenguaje para simplificar y condenar: en el pasado eran “revoltosos”, hoy son “vándalos”; en el pasado eran “comunistas” y “anarquistas”, hoy son “de izquierda”. No importa que se conozcan, o no, los significados históricos de cada término. Lo importante es señalar, acusar, y con ellos disminuir y simplificar a quienes se atreven a reclamar sus derechos.

También resulta evidente la manera como los culpables de la masacre: el presidente de la república y el general Carlos Cortés Vargas NO llegaron a ser condenados por los crímenes cometidos. Por su parte, es la gente común y corriente la que pone a los heridos, desaparecidos y muertos. al mismo tiempo, son los soldados y la fuerza pública la que ejecuta los crímenes, con sus propias manos y con sus propias conciencias; aunque NO estén obligados a hacerlo porque tal cosa resulta contraria al principio de defensa del pueblo.

Por último, no sobra decir que la novela está dedicada al artista Alejandro Obregón (1920-1992), autor de la pintura “Violencia” (1962), otro de los referentes obligados de nuestra triste historia nacional de violencia, injusticia y muerte.
Enlace: https://guardopalabras.blogs..
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Zairamec
 22 March 2020
Hay literatura que te enseña a pensar, pero hay literatura que te enseña a sentir, en esto, Álvaro Cepeda Samudio es un experto. Esa terrible matanza, aquella “famosa” Masacre de las Bananeras que sucedió entre el 5 y 6 de diciembre de 1928 ha sido narrada por tantas voces y versada en distintas metáforas que no conocerla en nuestra País sería como cometer un Pecado Capital.

Cuando leí la sinopsis creí que me encontraría con una narración histórica de hechos, pero afortunadamente no fue así, no le huyó al relato histórico, es de mis géneros favoritos, pero aquí, el escritor (incomprendido), tuvo la brillante decisión literaria de contarte la historia a través de varios capítulos que son solo cuentos entrelazados, que si bien te hablan de ese momento de la historia, la verdad te transportan al corazón de una familia, unas personas que no solo la sufrieron, sino que vivieron en una época llena de machismo, fobias y miedo, sobre todo miedo, incluso a veces a solo respirar. 

La riqueza narrativa del libro es una maravilla, la puntuación una locura, la historia te pone los pelos de punta, unos cuentos te ponen la piel chirosa, te indignas, sufres, lloras y a. veces tienes que parar de leer, en unas ocasiones, porque necesitas releer para entender y en otras es porque la carga emocional es tan fuerte, que necesitas  tomar aire convencerte de que es ficción para poder continuar, luego recuerdas que la historia sucedió y nuevamente se te retuerce el corazón.

Leer a Álvaro Cepeda Samudio es una revolución, es participar de su revolución, es leer una novela que esta escrita en cuentos con una estructura de guión de cine, una obra maestra para la época en que fue escrita y tan poco valorada, que duele, duele en el alma que no sea leída.

Por último, no puedo no mencionar que es un libro también sobre la mujer, sobre nuestras mujeres, nuestras ancestras, las que nos hacen ser lo que hoy somos; tenemos tantas conductas heredadas, conductas forjadas en el miedo y la falta de educación, conductas forjadas en una falsa “cultura” o creencia de considerarnos inferior, conductas de sumisión que permitieron todas las formas de maltrato. Es desgarrador escuchar sus voces, pero es aun mas siniestro saber que en cada casa se sigue viendo lo mismo. 

Existirá un día que la sociedad aprenda de una vez o por lo menos entienda que el cambio no es una necesidad, es una obligación?

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anzus
 23 March 2020
Romper los lineamientos clásicos que priman en un momento específico no es fácil, transformar influencias en un estilo renovador como lo hizo Álvaro Cepeda en este libro no solo resulto refrescante, si no también motivante para la literatura.
La casa grande es un relato coral de una de las tantas tragedias sufrida por el pueblo llano a manos de intereses económicos y del estado, este evento que toma como referencia para crear su propia ficción, es también una muestra de esa sensación de detenimiento del tiempo en nuestro país que repite masacres perpetuadas por quienes deben protegerles, solo buscando un alivio particular.
Es atrapante la forma en que el autor con personajes sin nombre propio pero bien definidos con sus acciones logra explorar diversas caras del miedo, pero más importante aún distintas facetas del odio, creado, infundado, reproducido y esparcido en una familia que logro contaminar todas sus generaciones nacientes y su entorno, mientras busco una prosperidad que solo dejo soledad, muerte y más odio.
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Juliiann0
 02 August 2020
RECOMENDADO:
La casa grande de Álvaro Cepeda Samudio (1926-1972)

Novela –literatura colombiana-
Realismo mágico y Boom latinoamericano

Fue uno de los escritores más destacados de la literatura colombiana, perteneciente al Grupo de Barranquilla junto a G. García Márquez, su amigo y quien le dedicó varios elogios por un estilo capaz de despertar un interés inusual. Samudio se ocupó como periodista en procura de la imparcialidad, para proveer veracidad y no mantos sucios que sirvieran a los intereses de otros. Dada su narrativa transformadora, distante del costumbrismo, dotada de originalidad por su inmersión urbana y voz propia, se le considera como precursor del Boom Latinoamericano por los indicios creativos de su obra, aunque también exploró en los movimientos vanguardistas. A pesar de haber sido relegado durante varios años, su valor literario sigue teniendo significancia y una crítica favorable.

Como única novela del autor que tomó 8 años de su vida, nos cuenta la masacre de las bananeras, hecho ocurrido en 1928 en la Ciénaga del Magdalena, perpetrada por el ejército colombiano para reprimir el movimiento huelguista de los trabajadores de la United Fruit Company. Con gran lucidez y una estructura que juega con el tiempo, devela un escenario repleto de violencia, la intolerancia por los extremos de la política neoliberal, el incesto que se mantiene con morbo en una aparente inocencia, la traición de quienes se creen aliados y las costumbres machistas que tienen por objeto de sumisión a la mujer, aún típico del Caribe. La vida de cada uno de sus personajes se entreteje en un hecho que pasará a la historia inspirando gran indignación. Los cadáveres que nunca vieron, pero que reposan nauseabundos y cubiertos por el salitre, y la herida latente sobre los derechos está en pie cada día.

@Juliiann0
Enlace: https://www.instagram.com/p/..
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Citas y frases (12) Ver más Añadir cita
Juliiann0Juliiann002 August 2020
No tienes tiempo para comenzar otra vez. Para decirte: aquí fue el comienzo, recordarlo, reconocerlo y saber que es el único punto de partida para la tremenda tarea de recoger los pedazos de lo que ha sido desbaratado y ponerlos nuevamente en su sitio. No tienes tiempo porque ellos no te lo van a dar. No van a dejarte días y meses para planear y buscar y solucionar. Insistirán. Te acosarán hasta que decidas: porque su liberación depende de que tú aceptes que ellos no son parte nuestra, no quieren ser parte nuestra: que no quieren ser continuación de algo que está acabado: de una casa deshabitada y terminada. Que son otro principio, un comienzo de algo que también estará destinado a perecer como todo lo nuestro: pero quieren que ese sea su privilegio.
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Juliiann0Juliiann002 August 2020
Ha muerto sola. Desprendida de todo lo que pudiera significar para ella un pretexto para seguir viviendo, para seguir sosteniendo un desafío que no habría conducido sino a la destrucción; un desafió que ella no había planteado ni querido, sino que le fue impuesto, sin alternativas: liberada de la tarea de afirmar con su presencia, son su respiración [...]
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xqs_03xqs_0323 September 2019
«Todavía no eran la muerte: pero llevaban ya la muerte en las yemas de los dedos: marchaban con la muerte pegada a las piernas: la muerte les golpeaba una nalga a cada trance: les pesaba la muerte sobre la clavícula izquierda; una muerte de metal y madera que habían limpiado con dedicación»
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Juliiann0Juliiann002 August 2020
El llanto nos lo quitaron después de la infancia: el odio que no entendíamos y sobre el cual se fundó la continuidad de la familia, nos secó el llanto, nos negó el gran descanso de las lágrimas.
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Juliiann0Juliiann002 August 2020
[...] me tenían como mareado, ajeno a la rutina de una niñez que comenzaba a alejarse dolorosamente [...]
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