Pellejos: 116

Muchas veces, en conversaciones privadas, Alba y yo habíamos hablado de una cierta pasión por los personajes cínicos y de un cierto hastío por la corrección en la literatura. Lo políticamente incorrecto en el mundo del arte, en productos creativos está siendo arrinconado y olvidado, comparando a esas obras con la vida real. Y nada más triste que no saber diferenciar ficción de realidad.
Si productos como Succession, Mad Men o en otro estilo y ámbito Mi año de descanso y relajación funcionan es porque podemos ver en esos personajes muchos comentarios y actos que nosotros no nos permitimos porque vivimos en una sociedad, pero, que ahí, en esos mundos, que se pueden parecer a los reales pero *que no lo son* dan vía libre a la rabia, a la ira, al egoísmo, a ser malas personas. Y, seamos sinceros, a nosotros también a veces nos gustaría desquitarnos de esa manera si el estatus nos lo permitiera.

Pues se ve que este pensamiento seguía dando vueltas por la cabeza de Alba, que no lo dejó en meras conversaciones digitales con otra ávida lectora, y reflejó una pulsión que era una queja en un libro que es muchas cosas pero que resumiré como incómodo. A ratos violento, a ratos triste, en ocasiones perturbador, pocas divertido. Siempre incómodo.

En estos relatos las protagonistas son mujeres en la veintena que saben lo que es la precariedad, que saben lo que son las redes sociales, este continuo comparar nuestras vidas con la irrealidad de la de los influencers, lo complejo de crear vínculos ya sean amistosos o amorosos más allá de la productividad de un sistema que nos fagocita. Chicas de internet, que viven en ciudades hostiles o en pueblos demasiado pequeños para ser bucólicos y que se tienen que enfrentar todo el tiempo a la vida y a los cánones sociales. Y a veces la vía de escape es portarse mal, ser mala, no ser todo lo que esperan que seas, dar alas a esa parte que está cabreada, irascible, deprimida, llena de ansiedad y convertirte en el monstruo que combatirá al Godzilla que es el otro –sea el otro una familia desestructurada, un cuerpo flácido, un trabajo mal pagado, una amiga que ya no lo es tanto, una pareja a la que le faltan horas de terapia–.

Bajo mi punto de vista, a veces los relatos son demasiado parecidos. Trabajos muy relacionados al marketing y al mundo de la publicidad. Protagonistas con inseguridades demasiado comunes (a veces demasiado relacionadas con el físico). Problemáticas parecidas en el ámbito amoroso/se.xual...
Por ello cuando empecé este libro en diciembre lo aparqué durante un tiempo. Los finales suelen ser bruscos o brutales pero además sus nudos se me asemejaban también.
Pero ahora estoy enfadada y triste con el mundo y conmigo y siento que los textos de Alba se tienen que leer cuando puedes comprender las sinergias de los relatos.

Así que si eres una veinteañera que quisiera chillarle en la cara a su jefe o pegarle un manotazo a su madre o tirar por la ventana los trastos de su expareja pero los convencionalismos no te lo permiten, lee Pellejos. Siempre es mejor que destrozarte las uñas, cortarte el pelo en un impulso o machacarte mentalmente.