La hora violeta

Hace ya unas semanas que terminé de leer «La hora violeta» de Sergio del Molino, pero la he dejado reposar tranquilamente, la he digerido, le he dado miles de vueltas y todavía no sé muy bien qué escribir acerca de ella. Es cierto que hay libros que te tocan, que duelen, pero hay otros que aun sabiendo que son muy duros tras su lectura todavía te queda ese sabor amargo y ese dolor en el corazón por lo que se cuenta y lo que se intuye tras su lectura.

He podido leer este libro gracias a Masa Crítica de Babelio y a esta nueva edición que ha publicado Alfaguara tras diez años de su lanzamiento. Una novela en la que la trama en sí no tiene mucha importancia, quiero decir que sabemos el principio y el final antes de empezar su lectura, pero no por ello deja de ser interesante, al contrario.

Hace tiempo que conozco la prosa de Sergio, una forma de escribir envolvente, llena de sabiduría, inteligencia y buen hacer, es un escritor brillante con un lenguaje exquisito que enamora, solo por eso ya vale la pena leer sus libros independientemente de lo que nos vaya a contar en ellos, pero, en este caso, el tema es mucho más profundo ya que en «La hora violeta» Sergio abre su corazón en el momento más doloroso de su vida para escupir de forma precisa ese año de vida de su primer hijo.

Al principio del libro Sergio escribe algo que sintetiza muy bien el sentimiento que tenemos muchos “mientras que en el lenguaje hay palabras para el que pierde a sus padres o a su pareja –“huérfano”, “viudo”–, no hay ninguna para nombrar a los padres que pierden a sus hijos. El propio lenguaje está imposibilitado para nombrar esta tragedia de la existencia”. Sergio da continuas vueltas a esto en este libro por eso desde el primer momento su hijo siempre va a ser Pablo y los nombres tienen mucha importancia en esta lectura.

Queda claro que Sergio utiliza el lenguaje, las palabras, en definitiva, la literatura para contarnos una historia tremenda, dura, pero en la que en todo momento queda claro que lo que pretende es simplemente escribir un libro de memoria, la muerte queda excluida de el y se centra en asumir el dolor que de forma imprevista se ha colocado en sus vidas.

La novela apenas tiene personajes todo se centra en ellos tres: padre, madre y Pablo para contarnos los momentos vividos de forma precisa, maravillosa, entrañable, con el corazón en la mano que, evidentemente, no te pueden dejar indiferente y en la que las lágrimas aflorarán en más de una ocasión. Se aleja de los tópicos para contarnos la enfermedad, el cáncer lo envuelve todo pero su forma de trasladarlo a las páginas del libro está llena de belleza gracias a ese lenguaje directo, claro y sincero con el que todo lo cuenta.

No hay mucho más que contar acerca del libro y no me atrevo a recomendarlo a todo el mundo porque su lectura duele, porque no es sencilla porque seas padre, madre o no lo seas el sufrimiento de un niño siempre duele. Lo que sí que os recomiendo es que leáis a Sergio ya sea con este libro o con otro, no os perdáis su prosa, su buen hacer con las palabras, es maravilloso. Para terminar, quería destacar la dedicatoria que Sergio escribe al final, en ella viene a decir que la vida continua aunque siga doliendo, que tenemos que seguir adelante por los que nos quedamos e intentar hacer que la vida siga siendo bonita.

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No se si fue Robe Iniesta (Extremoduro) quién dijo en cierta ocasión, que solo escribía cuando estaba mal, cuando sufría. Esta afirmación le llevó a llamar "hijos de puta" a sus seguidores, pues tras muchos años de silencio musical de la insigne banda, volvió a editar un disco donde sacaba de dentro todo su sufrimiento (La ley innata), y decía que cada vez que oía a sus seguidores reclamarle nuevo disco tras muchos años de silencio, pensaba que eran eso: "unos hijos de puta". Yo no me considero muy hijo de puta, por ello soy incapaz de felicitar a Sergio por esta maldita obra de arte que ojalá nunca hubiera tenido que escribir, porque ningún padre debería ver morir a su hijo.
Creo que cualquier lector y amante de los libros, alguna vez ha intentado escribir sus sentimientos más dolorosos en una hoja en blanco. Pues bien, no hay más sufrimiento que la pérdida de un hijo ni mejor escritor que Sergio del Molino para reflejar ese acto de vomitar palabras llenas de dolor.
Para colmo, la estructura del libro es impecable, sacándote a ratos de la tragedia para llevarte tanto a un recóndito lugar de Canadá, como a una canción de Leño o a la historia de una playa barcelonesa, eso sí, no acabará el relato sin traerte de nuevo al hospital donde Pablo va hacia un destino que ya todos conocemos, porque el libro empieza con un "spoiler" que te parte el corazón en mil pedazos y hace que no quieras llegar al final, mitad por la angustia que se instala en ti cuando no quieres que algo bueno se acabe, mitad porque crees que si no acabas nunca este libro, Pablo seguirá vivo. Sin embargo, ocurre todo lo contrario, Pablo ya siempre estará en mi recuerdo y será otro motivo más por el que estoy orgulloso de tener mi carné de donante de médula.

Una lectura que me ha resultado muy dolorosa, que nos enfrenta a una situación trágica, por la que nadie desea o debería verse inmerso, mucho menos unos padres que aún experimentando las primeras vivencias con su hijo recién nacido se enfrentan al diagnóstico de que padece una terrible enfermedad

El autor nos habla desde su propia experiencia desoladora y traumática, sin reservas, desde los inicios, las esperanzas, las anécdotas propias y ajenas, los días de hospital, paralelismos, las pequeñas batallas ganadas, que dan ánimos para continuar, el desgaste que supone, la impotencia que paraliza y la lucha por no bajar la guardia, pero... "Cómo se puede derrotar a algo que está preparado para ser invencible o inmortal? (...) Un presunto enemigo que no viene de ningún sitio, sino que es la propia persona?"

Una novela que transmite rabia, impotencia y desolación; me ha dejado vapuleada










 

Me ha costado muchisimo encarar la lectura de este libro. Desconocía al autor y desconocía la sinopsis. Es un libro de autoayuda para el propio escritor, en el que narra la experiencia desgarradora de perder a un hijo, y cómo el proceso de escribir sus pensamientos, sensaciones y sentimientos, le vale para exorcizar todos los demonios que, por otra parte, permanecerán almacenados en la memoria mientras viva.

Me ha dolido mucho leer cada línea de cada párrafo. No me puedo llegar a imaginar el dolor terrible y la indefensión que se siente cuando una tragedia de esta índole te golpea.

Pero desgraciadamente, la vida debe continuar. Uno tiene que volver a levantarse cada mañana y seguir rodando, aunque los recuerdos y la experiencia vividas te asalten cada noche, en cada instante que te da el bajón. Cuando ni siquiera la compañía o el amor o la familia o el trabajo puede hacerte olvidar.

Además el escritor se nota que tiene una narrativa muy bien cuidada y es un auténtico mago de las palabras. Es un libro que te deja hecho polvo, quieras o no quieras. Seas padre o no lo seas.