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Balzac publica Sarrasine en 1830 como parte de su Comedia humana. En Italia el catolicismo impedía que hubiese mujeres cantantes, por lo que las partes más agudas eran interpretadas por prepúberes o castrati, pero ¿qué ocurre si un escultor joven acude a Italia en busca de la belleza y encuentra la perfección de formas en la ópera? Esta pequeña (pequeñita) historia lo tiene todo para engancharnos desde el primer momento: un personaje misterioso y repulsivo cuyo origen queremos conocer, un personaje seductor en busca de la escultura perfecta y un giro de guion muy propio de las películas o novelas de hoy en día (pero bien hecho). Y es que Sarrasine es un escultor con talento, pero falto de inspiración hasta que conoce a Zambinella; a partir de ahí Balzac nos regala unas descripciones maravillosas que nos retratan una sociedad ya decadente, pero todavía llena de luz, lujo y sensualidad, y una tragedia de las que te dejan mirando el libro anonadada cuando te das de bruces con ella. Menudo rollo os acabo de soltar en lugar de deciros que, una vez más, Balzac me ha ganado. |