Callaré yo a esa madre y a esa loca apetencia que dio tantos disgustos a nuestra Gata Blanca |
Callaré yo a esa madre y a esa loca apetencia que dio tantos disgustos a nuestra Gata Blanca |
Doce caballos blancos como la nieve, atados de cuatro en cuatro, de frente, se encargaban de arrastrarla, cargados de arreos de terciopelo color fuego bordado de diamantes y adornados con placas de oro. El tapizado de la calesa iba a juego con lo demás y cien carrozas de ocho caballos, llenas de señores de gran prestancia y soberbiamente vestidos, seguían a esta calesa. También lo acompañaban mil "guardias de corps" cuyos trajes estaban tan cubiertos de bordados que no se veía la tela
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Cuando dos bellos ojos quieren hacerse amar, poca resistencia ofrecemos, y aún menos si el agradecimiento contribuye a inflamarnos |
La bella Gata Blanca se hizo famosa, tanto por sus bondades y su liberalidad como por sus méritos poco comunes y su gran belleza
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Tenía la cabeza tan gorda como un cañón y su nariz era tan grande que llevaba en ella una docena de pájaros, cuyo gorjeo le divertía; su barba estaba tan enmarañada que los canarios hacían dentro sus nidos, y las orejas sobresalían de su cabeza por lo menos un codo.
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Soltaron a un dragón espantoso que llenaba de veneno todos los sitios por donde pasaba, se comía a los hombres y a los niños y mataba a los árboles y plantas con el soplo de su aliento
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(La tela) también reproducía los retratos de los reyes y otros soberanos que por entonces reinaban en el mundo, los de sus mujeres, sus amantes, sus hijos y todos sus súbditos, sin olvidar ni al más ínfimo bribón.
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Si me amáis, encantadora morronguita, decidme ¿por qué prodigios pensáis y habláis de manera tan exacta que podrían recibiros en las famosas academias de los más ilustres ingenios?
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¡Ay, señora! ¡Qué doloroso será para mí dejaros! ¡Os quiero tanto! Convertíos en mujer o hacedme gato
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A menudo, la hermosa Gata componía versos y cancioncillas de un estilo tan apasionado que daban a entender la ternura de su corazón y que era imposible que hablase como lo hacía sin estar enamorada, pero su secretario - que era un gato viejo - escribía tan mal que, pese a haberse conservado sus obras, es imposible leerlas.
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Gregorio Samsa es un ...