Novela de ajedrez

Todas las luchas de nuestra vida pueden verse reflejadas en un tablero de ajedrez, siempre he pensado así, desde que tengo memoria (o las veces que ella me domina).

«Novela de ajedrez» es una historia de vida, o mejor aún, la historia de una nación y de una guerra, específicamente, la segunda guerra mundial. Todos los personajes son un símbolo, son un manifiesto duro y crítico contra la guerra, el nazismo, la destrucción, los intereses políticos y la cruel humanidad.

La pluma de Zweig es perfecta, precisa, con frases que se clavan como puñales en tu corazón y que no solo te cuentan una historia, sino que te hacen vivirla y sentirla. Los dos personajes son dos posiciones, dos lugares que se ocupan en el tablero de ajedrez, cada uno ve la vida acorde a sus experiencias personales y son diestros y maestros en el arte de jugar, cada uno a su manera, distintos, no solo por la forma como aprendieron a jugar, sino por la situación en que debieron aprender.

La novela consta de tres partes, dos iniciales donde el foco se pone primero sobre el jugador blanco y luego sobre el jugador negro y una tercera parte, el cierre, el enfrentamiento de dos almas, de dos vidas. Ganar o perder no es el objetivo, porque cuando la vida se refleja en el tablero, el final es inevitable, esperado y necesario, pero el juego en sí es impredecible e incierto.

La intensidad va aumentando párrafo a párrafo como el mismo juego de ajedrez, cada movimiento de los protagonistas y de Zweig está fríamente calculado, y poco a poco, el ritmo se va haciendo más y más rápido, la tensión crece a la par, las fichas sobrantes van saliendo del tablero y de la narración, la velocidad se incrementa y se va apoderando de tus latidos y de tu respiración, hasta que solo quedan dos fichas, dos hombres, un solo movimiento, las manos se detienen, los ojos se encuentran, silencio, mente en blanco, un solo camino, un suspiro, jaque en la novela, jaque mate en tu vida. Y es todo, acabas de firmar un contrato de admiración con Stefan Zweig y sin querer lees en voz alta:

«…ese caballero realmente tiene un talento extraordinario»