Miedo

Nuevamente el austríaco elige a una mujer para ahondar en la frontera de la moral, del impulso, del latido acelerado frente al del rutinario compás sosegado.
Zweig en su salsa, como pez en el agua.

Irene, mujer casada y bien acomodada es sorprendida al salir de casa de su amante y por ello chantajeada.

El autor despoja de cualquier signo de amor o pasión a esta relación, para que el motivo sea la emoción del secreto y la habilidad por guardarlo, la clandestinidad del momento como primer miedo.

Miedo que precede a otro aún mayor, ser descubierta y perder su área de confort, ser rechazada, criticada pero sobre todo miedo al perdón y al castigo.

Dotado de una prosa tan limpia como elegante el autor nos enfrenta a algo tan cotidiano como el placer de la aventura en sti, contra las represalias y como ese frío terror nos atenaza, nos somete, nos hace tomar las decisiones más desesperadas y nos golpea el alma haciendola más pesada y vulnerable.

Sensaciones que muchos habremos vivido, en manos de un autor que sabe muy bien como expresarlas.

Otro pequeño gran relato donde evidencia que el más sufrido temor, nace de nosotros mismos.
¡No me canso de leer sus libros!

La pluma de Stefen Zweig es tan sublime que cada vez que termino uno de sus libros necesito tomar una gran bocanada de aire, porque mientras leo me tiene siempre aguantando el aliento.

Este libro, de manera majestuosa nos refleja el miedo, ese que se siente de saberse culpable de algo, pero va más allá, me llama mucho la atención como Zweig refleja el terror de esta mujer de perder lo que tiene, pero nunca, en ningún momento siente remordimientos, su miedo es cerval, visceral, terrible, espantoso, Zweig logra que uno pueda sentir empáticamente cada estremecimiento, ese nudo en el estómago que se sabe siente Irene cada vez que suena la puerta o el teléfono, uno puede sentir la mirada del marido, esa que tal vez no diga nada, pero que cuando hay una culpa presente, se ve en la miradas de otros la recriminación, dice Zweig en una frase “el miedo es peor que el castigo” y vaya que lo es.

Es increíble como he llegado a sentir todo eso que Irene siente, sin embargo, no sentí por ella ninguna lástima, se merecía sentir ese miedo, se merecía esa angustia y no estoy tan segura de que mereciera ningún perdón, no tanto por su pecado si no por su falta de remordimiento.

No puedo decir que me haya sorprendido el final, pero aun así esta tan bien construido, tan bien manejado, sin duda puedo leer a este autor y volverlo a leer y siempre conseguirá atraparme, siempre conseguirá que termine un libro sintiendo una enorme fascinación por su estilo, por su escritura, por su talento.

Sin duda un libro que no deja indiferente, como casi siempre sucede cuando leo libros donde Zweig decide hablar de naturaleza humana, de pecados, de sentimientos.

Todo mundo debería leer a Zweig, es toda una experiencia hacerlo.

El miedo pertenece a Irene Wagner, una mujer con una vida acomodada, madre de dos hijos y esposa de abogado. Ocho años de matrimonio y una vida ociosa la llevan a un adulterio, más por aburrimiento de la rutina, que por seseo o enamoramiento de un joven pianista.

Siendo chantajeada por una mujer, comienza una auténtica tortura de miedo a ser descubierta, y el pánico se agrava con cada nuevo acto de acoso y chantaje.
Se da cuenta de lo que ama su vida, todo lo que ha puesto en juego por alguien que no merece la pena, algo que en realidad no desea.
Corta la relación con su amante, en realidad esto no la hace sufrir, son las mentiras que tiene que crear las manejan su vida, las miradas de su marido, las preguntas, arde en deseo de confesarlo todo, de terminar la tortura que siente, pero no es capaz de hacerlo, la pluma de Stefan Zweig nos hace masticar el miedo y la culpa, las páginas se suceden hasta el final sin la posibilidad de cerrar el libro hasta conocer el desenlace.

“𝔼𝕝 𝕞𝕚𝕖𝕕𝕠 𝕖𝕤 𝕡𝕖𝕠𝕣 𝕢𝕦𝕖 𝕖𝕝 𝕔𝕒𝕤𝕥𝕚𝕘𝕠, 𝕡𝕠𝕣𝕢𝕦𝕖 𝕖́𝕤𝕥𝕖 𝕖𝕤 𝕒𝕝𝕘𝕠 𝕕𝕖𝕥𝕖𝕣𝕞𝕚𝕟𝕒𝕕𝕠 𝕪, 𝕡𝕠𝕣 𝕤𝕖𝕧𝕖𝕣𝕠 𝕢𝕦𝕖 𝕤𝕖𝕒, 𝕟𝕠 𝕤𝕖 𝕡𝕦𝕖𝕕𝕖 𝕔𝕠𝕞𝕡𝕒𝕣𝕒𝕣 𝕔𝕠𝕟 𝕖𝕝 𝕥𝕖𝕞𝕠𝕣 𝕢𝕦𝕖 𝕕𝕖𝕤𝕡𝕚𝕖𝕣𝕥𝕒 𝕖𝕟 𝕟𝕠𝕤𝕠𝕥𝕣𝕠𝕤 𝕝𝕠 𝕚𝕟𝕔𝕚𝕖𝕣𝕥𝕠, 𝕦𝕟𝕒 𝕥𝕖𝕟𝕤𝕚𝕠́𝕟 𝕖𝕤𝕡𝕒𝕟𝕥𝕠𝕤𝕒, 𝕢𝕦𝕖 𝕟𝕠 𝕔𝕠𝕟𝕠𝕔𝕖 𝕝𝕚́𝕞𝕚𝕥𝕖”.

Vuelvo a caer rendida ante la maestría de Zweig con la palabra. Su narrativa te atrapa, te envuelve y hace que te identifiques totalmente con la angustia de la protagonista. A través de una historia muy sencilla nos sumerge en la aterradora realidad de una mujer que ha cometido un error y, al verse descubierta, entra en una espiral de miedo y desesperación que va aumentando in crescendo página a página hasta un inesperado final.

¿Quién no ha tenido miedo alguna vez? Miedo a que se descubra nuestro secreto mejor guardado, miedo al abandono, al ridículo público… Las razones del miedo de Irene pueden parecernos exageradas hoy día, pero el autor consigue que entiendas lo que debía significar para una mujer en su situación en aquella época, la pérdida que enfrentaba y aquello en lo que se podía llegar a convertir su vida.

Las últimas páginas consiguieron sorprenderme muchísimo, mi cabeza iba por otros derroteros. No sé si me convence el final, o al menos la intención con la que creo que el autor lo narra. Es probable que mi situación de mujer del siglo XXI me haga ver lo inadecuado de la situación que relata, aunque entiendo que en sus días esa conclusión para la historia podría ser aceptable y hasta loable. Da para discusión, pero no puedo hacerlo aquí sin spoilers. Si la habéis leído y queréis opinar de ello podéis escribirme por privado.

Como siempre, una novela para recomendar. Si no habéis leído a Zweig no sé a que estáis esperando.

“El miedo es peor que el castigo, porque éste es algo determinado y, por severo que sea, no se puede comparará con el temor que despierta en nosotros lo incierto, una tensión espantosa, que no conoce límite.”

Si en el último libro que he leído de Zweig, Ardiente secreto, expresaba mi decepción por su edulcorado y moralizante final, este tiene en su desenlace uno de sus grandes atractivos, y todavía podría haber sido más de mi gusto si la intención de ese final hubiera sido otra (no puedo ser más explícito, no quiero desvelar nada).

El caso es que estamos de nuevo a vueltas con el adulterio, esta vez desde la perspectiva del chantaje del que la mujer es objeto. Toda la novela es una escalada continua y angustiosa por una montaña de miedo, culpa y remordimiento que parece que no tenga otra cima posible que un profundo y mortal precipicio. Guardando las muchas distancias, las sensaciones que he sentido me han recordado mucho a lo que me provocó la lectura de Extraños en un tren, de Patricia Highsmith, la historia de otro chantaje.

Ochenta páginas le son suficientes al autor para hacernos vivir junto a Irene todo su miedo, todo su dolor, todo su arrepentimiento por una relación que empezó de forma banal y que puede acabar con toda una vida feliz al lado de su marido y sus hijos. No hay en esta historia ninguna pasión irresistible o amor imposible, no hay una vida de hastío o maltrato insoportable, no hay últimas oportunidades ni añoranzas de sentimientos. Quizás solo le movió la curiosidad o las delicias de un riesgo que removiera las aguas de su tranquila y satisfactoria vida. Nada comparado a lo que ahora está en juego.

“Nada en ella, ni el ardor de la sangre, apaciguado por una feliz vida conyugal, ni la necesidad tan común en las mujeres de buscar satisfacción para sus intereses espirituales, la había impulsado a buscarse un amante, era absolutamente feliz al lado de su esposo, un hombre acaudalado, superior a ella en el plano intelectual, con dos hijos, sin ninguna preocupación, satisfecha de poder disfrutar de una vida acomodada, plenamente burguesa, apacible y sin sobresaltos. Sin embargo, en ocasiones, un ambiente agradable y relajado excita la sensualidad más que el bochorno o la tormenta, una existencia dichosa y equilibrada puede ser un acicate más eficaz que la desdicha y, para muchas mujeres, la falta de deseo resulta tan fatídica como la insatisfacción o la desesperanza... Irene sintió que aquel engañoso bienestar de algún modo la alejaba de la vida real.”

Esta novela está con todo el merecimiento del mundo entre las grandes obras del autor.