Miedo

El miedo... el más primitivo de los sentimientos, con solo dos vertientes para solventarlo, huir o atacar.
Aunque en este caso y a la luz de las circunstancias la huida parece la única salida.
Miedo cerval, miedo injustificado, dadas las circunstancias que plantea Zweig, el miedo a perder un estilo de vida que ni por asomo es el idóneo ni fuente de felicidad, tal como lo refiere, el estilo de vida no es más que la fácil salida para llenar horas huecas ante la imposibilidad de encontrar el sentido de la existencia y mantener el amor como una llama que guíe a una felicidad plena.
Por el contrario una plena carencia de sentido da paso a la búsqueda de lo prohibido , si la infidelidad, que solo siembra infelicidad culpa, vergüenza y por supuesto miedo, miedo atroz , miedo a todo a nada, a cualquier cosa, el mismo que impide aceptar la responsabilidad, que llena de vergüenza e impide aceptarse como ser falible, que hace asumir una culpa que late soterrada y oscura en el fondo del alma destruyendo lo humano que queda en uno sustituyéndolo por el franco deseo de ser descubierto, para finalmente acabar con la tortura autoimpuesta.
Eso le pasa a Irene, quien cegada por culpa, remordimiento y miedo producto de sus equívocas acciones no acierta a captar la verdadera esencia de los sentimientos de Fritz su esposo cayendo cada vez mas profundo en la espiral de ese miedo que estruja el alma, atenaza la voluntad y amordaza el alma.
Magnífico como siempre Zweig al plantear la cuestión ética en un personaje femenino.