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Crítica de santialonsoyuso


santialonsoyuso
28 June 2018
Hay lecturas que nos recuerdan nuestra condición de seres humanos. El libro del que os hablo hoy es, indudablemente, uno de los que más ha calado en mi interior y de los que más le ha dado la vuelta a mi mente.

Detrás de una prosa impecable, limpia, bien estructurada y sin fisuras, he encontrado una serie de temas y reflexiones que me han invitado a viajar, tanto en el tiempo como en el espacio, a la Europa de principios y mitad del siglo XX.

A lo largo de las más de quinientas páginas que componen la obra, Stefan Zweig indaga en el mundo al que regaló su juventud y los mejores momentos de su vida. En un ejercicio de memoria excelente, el escritor austro-húngaro nos sitúa, como punto de partida, en los años previos a la primera Gran Guerra. de esta época destaca un hecho indiscutible; el arte era una forma de vida y estaba por encima de cualquier otro campo. Así, el espíritu por crear, por ver y por experimentar invade a una sociedad que centra su vida en la literatura y en la interpretación teatral. En una crítica hacia el sistema educativo en el que se crió (y la cual podría valernos hoy en día), Zweig señala que aprendió más en sus escapadas al teatro, a la biblioteca o a conferencias de artistas coetáneos que en las arduas y aburridas clases en las que pasaba las horas sentado.

Conforme el autor nos desvela los pasajes más importantes de su existencia, vemos la evolución de una Europa que poco a poco se va transformando en sus antiguas costumbres. de esta manera, otro de los temas que aborda Stefan y que critica es la ambigüedad de la burguesía de aquel período y su falsa apariencia. Capaces de representar un estilo de vida idílico, las mismas personas que censuraban a la clase obrera durante el día solo por su aspecto, por la noche se transformaban y exteriorizaban su lado más oscuro, irracional y perturbador en los locales más deplorables y blasfemos.

Otro de los puntos que más han llamado mi atención es ese deseo por viajar y conocer mundo. Zweig nos sitúa en capitales europeas como París, Berlín, Londres y Viena (su ciudad natal). Pero, no obstante, en un intento por conocer mejor la sociedad en la que vivía, el austriaco decide salir de Europa y reconoce que es en ese preciso instante en el que descubre que, para conocer mejor la tierra que pisamos, es necesario abrir nuestras mentes e ir lo más lejos posible para conocer y aprender otras culturas y estilos de vida diferentes. Acompañando esta afirmación encontramos una de las ideas que mejor resumen el libro y que, además, forma parte del último párrafo del mismo; no se aprende más de nuestro paso por el Universo que viviendo.

Poco a poco nos convertimos en testigos directos del gran cambio que estaba a punto de azotar a Europa. La juventud se imponía a la vieja tradición a la vez que los primeros síntomas bélicos intentaban desestabilizar una población mundial llena de sueños y esperanzas. Pese a los claros indicios de malestar político, la gente veía la posibilidad de una guerra como algo lejano y muy poco probable. Aún así, tras el atentado de Sarajevo y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, es digno de elogiar el esfuerzo titánico que realizaron todos los artistas europeos con el objetivo de lidiar esa rivalidad incipiente entre naciones vecinas y amigas. Por primera vez en mucho tiempo, una guerra absurda traía impotencia y rabia a una sociedad que no se explicaba el porqué de esa violencia catastrófica. Nadie era capaz de creer en aquellas barreras insensatas llamadas fronteras.

Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, la pobreza se coló en una Europa agonizante. Pese a todo el daño sufrido, la esperanza por creer en una paz definitiva se instaló en la mente de cada uno de los habitantes del viejo continente. Nadie en su sano juicio querría volver a vivir lo ocurrido durante esos cuatro años (1914-1918). Por ello, Zweig vuelve a recalcar el arte y la cultura por encima de todo. En una sociedad rota, leer y acudir al teatro o a la ópera teñía de color el gris de aquellos tiempos.

Por último, el autor nos habla de cómo aquel conflicto entre países fue el principio del fin de una época. Nada volvió a ser igual en Europa. Se abrió una brecha social que cada vez era más y más grande. La pobreza se instauró en la mayoría de hogares y todos los ámbitos cotidianos fueron politizados. Surgieron los temidos “ismos” y cada día se respiraba una atmósfera más tensa hasta que, tras el ascenso de Hitler al poder (1933), en 1939 se desató la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto al planteamiento de la biografía, cada capítulo se estructura de la misma manera; el autor sitúa al lector en el contexto socio-temporal y, a partir de ese momento, narra sus vivencias personales mientras nos descubre un trozo de la historia más reciente que, posiblemente, pocos conozcan.

He de decir que El mundo de ayer es una lectura obligada para todas aquellas personas amantes de los libros que remueven sus almas, que aman la Historia y que sienten curiosidad por aprender un poco más de cuáles han sido los motivos que han desencadenado la sociedad que tenemos hoy en día.

Por ello, mi opinión personal es que la lectura de esta obra es necesaria. Ratificando la idea del autor, os animo a disfrutar de su biografía para aprender elementos igual o más importantes que los datos que figuran en los actuales libros de texto.

Antes de despedirme, me gustaría añadir que este libro se disfruta más en la paz del silencio. Cada frase penetra en nosotros y nos hace un poco más humanos. Por esto, espero que tras leer mi reseña, en la cual he tratado de exponer lo mejor posible la sensación que ha causado en mi la vida de Zweig, decidáis darle una oportunidad a esta lectura y os animéis a aprender un poco más del pasado que hizo posible la Europa de hoy.
Enlace: https://lacasadelnomada.com/..
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