Clarissa

Nunca llegaremos a saber si Clarissa y Léonard se encontraron en alguna parte, en algún momento. Podemos permitirnos suponer que Brancoric no llegó a llevar una vida honrada, en la que su forzosa esposa no se sintiera prisionera de un apellido que tomó para salvar lo único que le importaba de los horrores de la guerra y de la moral, a su pequeño Leonard Leopold, hijo del enemigo y de un amor preservado en el tiempo.

Clarissa (1976) es una de las "novelas inacabadas" de Stefan Zweig, no por ello una obra menor, aunque, en sus primeras páginas uno no termine de reconocer la concisión y claridad del estilo de su autor, que va apareciendo a medida que el lector avanza en la historia de esta joven austríaca, que consume el principio de su vida adulta en paralelo a la Gran Guerra, inmersa en una sociedad fría y de valores anticuados.

Para comprender a Clarissa no podemos obviar a su padre, Leopold Franz Xaver Schuhmeister, teniente coronel del Estado Mayor. Un hombre tan recto en sus labores, que resulta inflexible. Entre sus tentáculos atrapará a su hija, cuya infancia estará marcada por sus estrictas visitas dominicales y por los informes diarios de sus tareas, que le impedirán disfrutar de los placeres propios de la edad. Siempre distante y reservada, intentará salvaguardar el honor de su apellido y conservar el cariño de su padre, aunque ello conlleve poner en riesgo su propio equilibrio y su felicidad.
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